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Martes, 20 de Enero de 2015
Entomología

El “interruptor” cerebral que hace agrupar a las langostas en sus temibles enjambres

Las langostas suelen ser animales tímidos y solitarios que evitan activamente la compañía de otras langostas. Pero cuando se ven forzadas a entrar en contacto con sus congéneres, llega un punto en el que experimentan un cambio radical en el comportamiento; entran en un estado gregario más “atrevido”, en el que se sienten atraídas por la compañía de otras langostas. Este es el primer y esencial paso hacia la formación de los tristemente famosos enjambres de langostas.

 

La fuerza del número vuelve muy poderosos a estos insectos. Por más fácil que nos resulte matar a una langosta, no lo será atrevernos a acercarnos a un enjambre. El mismo miedo instintivo y prudente tienen otros animales ante estos enjambres. Como una horda enfurecida y envalentonada, las nubes de langostas conquistan campos de cultivo y devoran alimento a tal escala que arruinan cosechas en una magnitud comparable a la de los estragos causados por tempestades, sequías o incendios.

 

Unos biólogos han identificado en las langostas del desierto un grupo de células nerviosas que activan el comportamiento gregario, o de “horda”, cuando el individuo se ve forzado a estar acompañado por otros congéneres bajo las condiciones necesarias.

 

Swidbert Ott, de la Universidad de Leicester en el Reino Unido, y Steve Rogers, de la de Sídney en Australia, han averiguado cómo las células nerviosas recién identificadas producen el neurotransmisor conocido como serotonina para iniciar los cambios en su comportamiento y estilo de vida.

 

[Img #24708]

 

Las langostas solo tienen una pequeña cantidad de células nerviosas capaces de sintetizar serotonina. Ott y Rogers han encontrado que este puñado tan selecto reacciona de manera específica a la situación antedicha en que una langosta se ve forzada a estar por primera vez con otras langostas. En el transcurso de una hora, la producción de serotonina por estas células registra un incremento notable.

 

Son estas pocas células las que, según parece, son las responsables de la transformación de un insecto solitario en miembro de una muchedumbre.

 

Sin embargo, esta configuración cerebral cambia con la vuelta de las langostas a su vida solitaria. Ott y Rogers lograron hacer su hallazgo gracias a que contaron con langostas que acababan de hacerse gregarias y que hasta una hora antes nunca habían entrado en contacto con otras. Si los investigadores hubieran observado solo las langostas solitarias y las que tenían un largo historial de vida en grupos, no habrían detectado las células nerviosas que tienen un papel clave en la transformación.

 

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