Demografía
Nuevas cifras de víctimas del genocidio perpetrado por la dictadura de Pol Pot
En tan solo los 4 años escasos (de abril de 1975 a enero de 1979) que duró en Camboya el mandato de Pol Pot, líder de los Jemeres Rojos, se cometieron tantas atrocidades que ha resultado un trabajo arduo para antropólogos forenses e historiadores contabilizarlas con la suficiente precisión. Bajo unas ideas demenciales, que propugnaban la evacuación y destrucción de las ciudades, la renuncia a la civilización y cultura urbanas, y la inmersión en un estilo de vida agrario y preindustrial, se sometió a trabajos forzados a buena parte de la población, se torturó a muchísima gente, y se asesinó a no menos de 1 de cada 8 habitantes del país.
Desde la caída del régimen de Pol Pot, investigadores de todas partes del mundo han buscado determinar el número de muertes por las ejecuciones políticas, las enfermedades, la hambruna y los trabajos forzados bajo la feroz dictadura. Las estimaciones más comunes han situado esa cifra entre 1 y 2 millones, pero su grado de precisión ha sido objeto de fuertes dudas.
Un nuevo análisis demográfico, a cargo de Patrick Heuveline, de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, quien lleva 20 años realizando investigaciones sobre las consecuencias demográficas del régimen de Pol Pot, define mejor y de manera más fiable esa cifra, situándola entre 1,2 y 2,8 millones de personas. Eso equivale a entre el 13 y el 30 por ciento de la población del país en ese momento.
Analizando 10.000 combinaciones de variables, Heuveline llegó finalmente a un punto en el que las simulaciones por ordenador le indicaron que hay un 95 por ciento de probabilidades de que la cifra de muertos estuviese entre los 1,2 y los 2,8 millones. (La frecuencia con la que las simulaciones produjeron una cifra de muertos específica incrementó la probabilidad de que el número fuera correcto.)
Es importante contar con cifras sólidas de muertes en los genocidios para evitar, tal como alerta Heuveline, que la magnitud parezca poco fiable, ya que ello puede dar pie a los escépticos para hacer campañas de negacionismo que mejoren la imagen del régimen genocida y beneficien a sus integrantes o simpatizantes.



