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Dado que el hígado es capaz de regenerarse, trasplantar parte del mismo desde un individuo sano a una persona con problemas funcionales severos en su hígado es un recurso eficaz. Pero antes del trasplante hay que asegurarse de que el hígado del donante está sano, y ello puede ser bastante aparatoso.
El equipo del Dr. Ali Zarrinpar, de la Universidad de California en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, ha comprobado que un aparato nuevo y no invasivo, cuyo extremo se coloca en la yema del dedo de una persona, puede medir exitosamente la función hepática en donantes potenciales de órganos.
El hallazgo podría cambiar la forma en que se examinan hígados y ahorrar miles de dólares por trasplante, pudiendo así destinar el dinero a otras necesidades sanitarias.
Los investigadores de la UCLA midieron la función hepática en 53 donantes potenciales de órganos, usando la sonda de la yema del dedo. Once hígados no resultaron ser lo bastante sanos como para ser trasplantados; los otros 42 sí lo fueron. Los investigadores se valieron más tarde de análisis convencionales para comparar la funcionalidad de los hígados trasplantados con los resultados obtenidos usando el dispositivo.
El aparato mide el ritmo con el que un tinte inyectado en el torrente sanguíneo de la persona es eliminado por el hígado. En el estudio, se predijo con éxito en cada ocasión qué hígados funcionarían adecuadamente en receptores del trasplante.