Intentamos presentarte publicidad respetuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.
Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.
Continuar...
Subir por una superficie vertical es posiblemente una de las cosas más arriesgadas que puede hacer una araña adulta de la especie Grammostola rosea. Las arañas de esa especie no tienen la capacidad de adherencia en superficies verticales que sí tienen muchas otras arañas. Además, estos animales son muy delicados. No podrían sobrevivir a una caída desde una altura que para arañas más ligeras no entraña problemas.
En 2006, Stanislav Gorb y sus colegas presentaron los resultados de un estudio según los cuales esas arañas quizá podrían evitar caerse liberando hilos de seda de sus pies. Sin embargo, esto fue refutado rápidamente por otro grupo que no pudo encontrar evidencia de la seda. Fascinada por esas arañas e intrigada por la controversia científica, la investigadora Claire Rind, de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido, decidió intentar esclarecer el enigma.
Ella y Luke Birkett comprobaron cuán bien las arañas Grammostola rosea, que viven en suelos, se mantienen asidas a una superficie vertical.
Después de colocar suavemente a uno de estos animales en una pecera muy limpia, tumbaron de lado esta última para ver si la tarántula podía mantenerse asida a lo que ahora era para ella una pared vertical.La araña no se cayó, así que sacudieron la pecera suavemente. La tarántula resbaló un poco, pero pronto se volvió a afianzar en la pared. Contra todo pronóstico, la araña era capaz de mantenerse aferrada en la lisa pared vertical del acuario.
A simple vista, no se veía ni rastro de seda, pero examinando al microscopio la superficie por la que caminó la araña, Rind y Birkett encontraron diminutos hilos de seda justo donde había estado la araña antes de resbalar.
A continuación, Rind, Benjamin-James Duncan y Alexander Ranken confirmaron que los pies eran la fuente de la seda. Además, los arácnidos sólo producían sus hilos de seguridad cuando resbalaban y, por tanto, temían acabar cayendo.