Biología
¿Los espermatozoides usan arpones para afianzarse a los óvulos?
Desde que se hizo público semanas atrás el descubrimiento de una estructura en espermatozoides que podría ser empleada por estos para “arponear” a un óvulo y afianzarse así a él, no ha dejado de crecer el interés sobre este rasgo aparentemente pasado por alto por la ciencia hasta ahora, y que afecta a algo tan importante como el mecanismo de la fecundación natural.
¿Podrían los espermatozoides “arponear” al óvulo para facilitar la fecundación? Esa es la curiosa posibilidad puesta de manifiesto por el descubrimiento de que una proteína dentro de la cabeza del espermatozoide forma filamentos puntiagudos, lo que sugiere que esos pequeños filamentos podrían amarrar al espermatozoide a su objetivo.
El hallazgo, fruto de una labor de investigación de 14 años de duración, da pie a una nueva hipótesis sobre lo que sucede durante la fecundación.
Una de las proteínas principales que se encuentra de forma abundante en el acrosoma (en la región anterior de la cabeza del espermatozoide) se cristaliza en forma de filamentos, y el equipo de John Herr, Wladek Minor y Heping Zheng, de la Universidad de Virginia en Estados Unidos, postula que tales filamentos intervienen en el proceso por el que un espermatozoide penetra en el óvulo. Esa es la nueva hipótesis que surge del hallazgo, que lleva a una nueva serie de preguntas, con sus nuevas respuestas posibles, acerca de los detalles sutiles de los sucesos moleculares que ocurren durante la fecundación.
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El filamento de SLLP1 visto de lado, con cada monómero contiguo coloreado de forma alternativa. (Foto: Heping Zheng, University of Virginia School of Medicine)
Hace años, el laboratorio de Herr descubrió la proteína que ahora se ha demostrado forma los filamentos, a la cual llamaron SLLP1. Esta proteína es un miembro de una familia de proteínas de la que ahora se sabe que reside dentro del acrosoma.
El laboratorio de Herr, sin embargo, no tenía forma de determinar la forma y la estructura de la proteína. Aquí es donde intervino el laboratorio de Minor. Para averiguarlo, el equipo de Minor tuvo que capturar la proteína dentro de un cristal estático, enfriarlo a temperaturas criogénicas para evitar la descomposición y después lanzarle rayos X. Examinando cómo eran refractados esos rayos X, pudieron calcular la forma de la proteína, de una forma parecida a cómo se logra captar y reconocer mediante un sonar a un barco hundido en el fondo del mar.
No fue una tarea fácil, precisando de muchos intentos y mucho análisis. Pero al final, los investigadores lograron hacer una de las primeras descripciones de una proteína de espermatozoide.


