Astrobiología
Finaliza la reciente campaña de investigación marciana ARADS en el Desierto de Atacama
En un entorno duro con muy poca agua y una intensa radiación ultravioleta, la mayor parte de la vida en el desierto extremo de Atacama en Chile existe en forma de colonias microbianas subterráneas o dentro de rocas. Dentro y fuera de la NASA hay científicos que creen que en la misma situación podría hallarse actualmente la vida en Marte si es que esta existe.
Algún día, astronautas humanos o robots mucho más sofisticados que los de ahora comprobarán esa hipótesis escavando en Marte. Pero para que puedan obtener muestras con suficiente interés científico del subsuelo marciano se necesitará primero la capacidad de identificar sitios con una alta probabilidad de albergar vida primitiva o actual, y después la de usar un taladro sin arriesgarse a un accidente, o sea mediante una operación manejada robóticamente.
El proyecto ARADS (Atacama Rover Astrobiology Drilling Studies) acaba de finalizar su primera misión de campo, después de un mes de trabajo en el hiperárido centro del desierto de Atacama. A pesar de ser considerablemente más cálida que Marte, la sequedad extrema y la química del suelo en esta región son notablemente semejantes a las del Planeta Rojo. Este lugar proporciona a los científicos un laboratorio parecido a Marte donde puedan estudiar los límites de la vida y probar tecnologías de perforación y de detección de la vida que podrían ser enviadas a Marte en el futuro.
Más de 20 científicos de Estados Unidos, Chile, España y Francia acamparon juntos a kilómetros de la civilización y trabajaron en condiciones climáticamente hostiles durante este primer despliegue en el proyecto ARADS. Su trabajo se desarrolló principalmente en la Estación Yungay, un poblado minero fantasma en uno de los lugares más secos de Atacama, propiedad de la Universidad de Antofagasta en Chile. Yungay ha sido el escenario predilecto de muchos estudios astrobiológicos durante las pasadas dos décadas.
Durante su misión, los científicos pusieron en acción varias tecnologías bajo condiciones de campo duras e impredecibles: un prototipo de broca marciana, un brazo de transferencia de muestras, el detector de señales de vida SOLID creado en el Centro de Astrobiología (CAB) español, y una versión prototipo del Laboratorio de Química Húmeda (WCL), que voló en la misión Phoenix a Marte en 2007.