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Lunes, 25 de Abril de 2016
Zoología

Una infancia difícil acorta la vida de los babuinos salvajes

Puma y Mystery, dos jóvenes hembras de babuino (Papio cynocephalus), vivían cerca del Parque Nacional de Amboseli, al sur de Kenia. Ambas nacieron en años de pocas lluvias y fueron criadas por madres de bajo rango social, que murieron antes de su tercer cumpleaños.

 

Como consecuencia de las adversidades que soportaron en sus primeros años de vida, Puma acabó a la edad de siete años devorada por un leopardo, y Mystery desapareció a los 14, posiblemente a causa de un depredador, dejando una única cría que murió al poco tiempo. Estas hembras son un claro ejemplo de que el infortunio infantil repercute en su supervivencia a edad adulta. Los babuinos en realidad llegan a superar los 20 años.

 

Tanto Puma como Mystery formaron parte de un estudio, liderado por científicas de la Universidad de Duke (EE UU), que permitió monitorizar cada día a 196 babuinos hembra salvajes durante 30 años, de 1983 a 2013, en el parque keniano. Los resultados confirman lo que otros trabajos habían revelado en humanos, con los que comparten el 94% del ADN: una infancia difícil repercute en la salud del adulto e influye en una muerte prematura.

 

Contrariamente a los humanos, que tras una infancia turbulenta pueden padecer enfermedades cardíacas o diabetes y recurrir a drogas, alcohol, y otras válvulas de escape dañinas para la salud, los babuinos no fuman y no se dan atracones de comida basura; pero sufren a largo plazo efectos negativos que reducen su esperanza de vida casi a la mitad.

 

El estudio, publicado en Nature Communications, demuestra que “incluso en ausencia de los factores que explican estos patrones en humanos –como el tabaco, el alcohol o el acceso a la atención médica– la adversidad precoz puede afectar con el tiempo a la supervivencia”, señala Jenny Tung, coautora del trabajo e investigadora en la universidad estadounidense.

 

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Sequía, hacinamiento, enfermedades y depredación dificultan la vida de estos primates salvajes en Kenia. Pero para el estudio, las investigadoras seleccionaron seis posibles fuentes de desgracias en los babuinos: sequía durante el primer año de vida, competencia entre un número creciente de individuos dentro del grupo, nivel de dominancia materna, apoyo social, pérdida materna repentina o por enfermedad antes de los cuatro años de la cría, y competencia con un hermano más joven –nacido menos de un año y medio después– que desvía los cuidados y atención de la madre.

 

Los resultados desvelan que más del 75% de las hembras del estudio respondían a al menos uno de estos factores, y el 15% a tres o más. “Los babuinos más vulnerables fueron las hembras que perdieron a sus madres antes de los cuatro años, o cuyos hermanos nacieron antes de ser destetadas”, dicen las autoras, quienes recalcan que las madres representan un recurso social primario para sus hijas, incluso después de que estas se hayan independizado para buscar alimento.

 

La hembras jóvenes que solo experimentaron una o ninguna desgracia –un grupo denominado por los investigadores como “niños privilegiados”– vivieron hasta los veinte años aproximadamente, mientras que los que sufrieron tres o más murieron de manera general a la edad de nueve.

 

Además, estas desafortunadas hembras no solo perdieron más de diez años de su vida adulta, sino que también estuvieron más aisladas respecto al grupo y tuvieron crías que sobrevivieron menos. “Se crea un efecto bola de nieve”, apunta Elizabeth Archie, coautora del estudio e investigadora en la Universidad de Notre Dame (EE UU).

 

Las científicas quieren ahora averiguar cómo algunos babuinos consiguen superar los traumas infantiles. “Los monos que forman y mantienen relaciones comprensivas de apoyo a medida que crecen parecen ser más propensos a sobrevivir y prosperar”, concluye Archie. (Fuente: SINC)

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