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Miércoles, 19 de Octubre de 2016
Paleontología

Cuando las avispas no tenían alas

Unos científicos de Estados Unidos, Rusia y Reino Unido han identificado una extraña avispa parásita sin alas conservada en un bloque de ámbar de 100 millones de años de antigüedad, la cual agrupa en su anatomía una extraña colección de rasgos que la asemejan, en cada parte, a un tipo distinto de insecto. Sin embargo, no pertenece a ninguna otra familia identificada hasta ahora en la Tierra.

 

El espécimen (una hembra), muy bien conservado, probablemente se arrastraba por el suelo carca de troncos de árboles, intentando encontrar a otros insectos y un lugar para depositar sus huevos. Mientras los dinosaurios merodeaban por el lugar sin percatarse de ella, la avispa buscaba alguna larva de insecto a la que pudiera picar. En una situación cotidiana como esta, la avispa pudo verse apresada por una inesperada masa de pastosa resina, y acabó fosilizada y conservada en ámbar para la posteridad, mucho después de haberse extinguido su especie.

 

Respecto a las causas de la extinción, solo cabe especular, al menos por ahora. La pérdida de su hábitat, la acción de patógenos, o simplemente la desventaja derivada de no poder volar, acabaron abocando a estos animales a su final definitivo.

 

“Cuando miré por primera vez este insecto no tenía ni idea de lo que era”, reconoce George Poinar, Jr., profesor emérito en la Escuela de Ciencia de la Universidad Estatal de Oregón en la ciudad estadounidense de Corvallis, coautor del estudio y uno de los principales expertos mundiales sobre formas de vida animales y vegetales encontradas conservadas en ámbar.

 

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Esta antigua avispa sin alas vivía en las bases de los árboles en la época de los dinosaurios, y es el único espécimen conocido en una nueva familia dentro del orden Hymenoptera. (Foto: George Poinar, Jr., cortesía de la Oregon State University)

 

Si nos centráramos en sus fuertes patas traseras podríamos llamarlo saltamontes. Las antenas parecen las de una hormiga, el grueso abdomen se parece más al de una cucaracha, y la cara se asemeja principalmente a la de una avispa.

 

Después de un considerable debate, los investigadores crearon en la clasificación taxonómica una nueva familia para el espécimen, llamada Aptenoperissidae. La familia forma parte del extenso orden Hymenoptera, que incluye a las abejas y las avispas modernas. Dentro de esa familia, la hembra examinada, de la especie a la que se ha dado el nombre de Aptenoperissus burmanicus, es ahora el único espécimen conocido.

 

El fósil fue encontrado en Myanmar (país asiático también conocido como Birmania).

 

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