Zoología
Las arañas pueden oírnos mejor de lo que creemos
Según los libros de texto tradicionales, las arañas son muy sensibles a las vibraciones del aire siempre y cuando provengan de fuentes próximas. Es decir, se supone que captan sonidos y por tanto “oyen”, pero solo cuando el sonido es lo bastante fuerte y se emite a no más de unos pocos centímetros de distancia. Ahora, una nueva investigación revela que las arañas, o al menos las conocidas como saltarinas o saltadoras, pueden realmente oír sonidos desde distancias mucho mayores, más similares de lo creído a las típicas para el rango auditivo humano.
El estudio lo ha hecho el equipo de Paul Shamble, quien llevó a cabo el trabajo junto con colegas del laboratorio de Ron Hoy en la Universidad Cornell, y que ahora se halla en la Universidad Harvard, ambas en Estados Unidos.
Lo descubierto ofrece una nueva y fascinante perspectiva sobre el mundo auditivo de las arañas: estas criaturas nos oyen aun cuando no las tengamos al alcance de nuestra vista.
Se creía que el mundo sensorial de la diminuta araña saltarina estaba dominado por la visión y el tacto. Sorprendentemente, ahora resulta que estos animales también poseen un agudo sentido del oído. Pueden captar sonidos a distancias mucho más lejanas de lo que se creía previamente, incluso pese a carecer de oídos con los tímpanos típicos de la mayoría de animales con capacidad de escucha a larga distancia.
El descubrimiento fue una casualidad afortunada. Shamble y sus colegas, incluyendo a Gil Menda, también en la Universidad Cornell, habían ideado un método para hacer grabaciones neurales de los cerebros de las arañas saltarinas, y estaban usando la técnica para explorar cómo procesan estas la información visual.
Una araña saltarina. (Foto: Gil Menda / Ron Hoy Laboratory)
“Un día, Gil estaba preparando uno de estos experimentos y empezó a grabar de una región en el cerebro a mayor profundidad que aquella en la que normalmente nos habíamos centrado”, recuerda Shamble. “A medida que se apartaba de la araña, su silla chirriaba por el suelo del laboratorio. De la forma en que hacemos las grabaciones neuronales, tenemos instalado un altavoz para que podamos oír cuando las neuronas disparan sus señales (se genera un sonido, un “pop”, muy claro), y cuando la silla de Gil chirrió, la neurona de la que estábamos grabando empezó a hacer ese sonido. Gil repitió el movimiento, y la neurona volvió a emitir señales”.
En ese momento, Shamble estaba en el laboratorio principal, justo fuera de la sala de grabación. Menda le hizo venir y los dos se pusieron a hablar sobre cómo oyen las arañas.
“Empezamos a debatir los detalles sobre cómo las arañas solo pueden oír cosas cercanas y, para comprobarlo, Paul dio una palmada con sus manos cerca de la araña, emitiendo entonces la neurona una señal, como se esperaba. Después se apartó un poco y volvió a hacerlo, y de nuevo la neurona reaccionó con una señal”.
A continuación, Menda y Shamble se situaron fuera de la sala de grabación, a distancias de entre tres y cinco metros de la araña, y su asombro creció, pues la neurona de esta continuaba reaccionando a cada una de sus palmadas. Según las ideas aceptadas hasta entonces sobre la capacidad auditiva de las arañas, esto era imposible.