Artículo de E. Caballero, en el blog Área Subliminal, que recomendamos por su interés.
En abril del año 1990 se hizo realidad un viejo sueño que algunos astrónomos tuvieron tan pronto como se desarrolló la cohetería: contar con un telescopio potente en órbita con el que mirar el cielo sin las distorsiones que incluso en los días más claros causa la atmósfera terrestre.
El telescopio Hubble, bautizado así en honor a Edwin Hubble (1889-1953), se encuentra en órbita a unos 590 kilómetros sobre la Tierra, y es un telescopio reflector con un espejo de 2,4 metros de diámetro que, si bien no es un telescopio gigante, sí cuenta con la gran ventaja de no tener ningún velo de gas delante que dispersa la luz, por lo que su rendimiento final en términos de resolución y nitidez es mucho mayor que el de los telescopios gigantes con base terrestre.
El artículo, del blog Área Subliminal, se puede leer
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