Biología
Conservación de fases obsoletas del desarrollo a lo largo de la evolución
¿Por qué, después de millones de años de evolución, los organismos crean estructuras que, en principio, no sirven para nada y que son reemplazadas poco después durante el desarrollo del individuo?
Esto es comparable a construir una montaña rusa para luego demolerla y edificar en el mismo terreno un rascacielos. En vez de repetir una y otra vez esta secuencia cada vez que se quiere construir un rascacielos, ¿no sería más lógico edificarlo directamente?
Éste es el razonamiento que hace Jeff Clune (ahora en la Universidad de Cornell, Ithaca, Nueva York), coautor de una investigación llevada a cabo en la Universidad Estatal de Michigan, Estados Unidos. En este estudio, se ha indagado sobre las razones evolutivas de que los organismos atraviesen etapas de desarrollo que al parecer son innecesarias.
Desde 1866, los biólogos han estado debatiendo por qué los humanos y otros organismos mantenemos etapas de nuestro desarrollo aparentemente innecesarias.
Los resultados del nuevo estudio respaldan la hipótesis de que eso se debe a que las ventajas de seguir un proceso largo pero muy fiable superan a las de seguir un proceso más corto pero también menos ensayado. Dicho de otro modo, si algo lleva millones de años funcionando bien, la evolución tiende a usarlo como punto de partida para nuevos perfeccionamientos, en vez de reemplazarlo por algo cuya fiabilidad es menor por llevar mucho menos tiempo funcionando.
Cuando un embrión se está desarrollando, cada nueva estructura se forma en un delicado ambiente compuesto por todo lo que ya ha sido desarrollado. Las mutaciones que alteran ese ambiente, como por ejemplo al eliminar una estructura, pueden por tanto alterar etapas posteriores del desarrollo. Aunque una estructura en realidad no se use, puede sentar las bases para que otros tejidos funcionales crezcan adecuadamente.
En la investigación también han trabajado Richard Lenski, Robert Pennock y Charles Ofria, todos ellos del Centro BEACON para el Estudio de la Evolución en Acción. Esta institución tiene su sede en la Universidad Estatal de Michigan, y es fruto de la colaboración entre dicha universidad, la de Idaho, la de Texas en Austin, la de Washington, y la Universidad Estatal A&T de Carolina del Norte en Greensboro.