Astronomía
Más misterio en el origen de los agujeros negros supermasivos
Unos investigadores de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, Estados Unidos, han explorado esta pregunta sin respuesta clara buscando y examinando agujeros negros en galaxias más pequeñas o “enanas”. Estas galaxias no han sufrido muchos cambios desde su creación, de modo que son más prístinas que las galaxias "normales", con mayor masa. En bastantes aspectos, se parecen a los tipos de galaxias que debieron existir cuando el universo era muy joven, y por tanto permiten vislumbrar cómo eran las galaxias anfitrionas en las que se formaron esos agujeros negros que hoy son tan masivos.
En este nuevo estudio, para el que sus autores se han valido de datos de todo el cielo obtenidos en luz infrarroja por el satélite astronómico WISE de la NASA, se ha observado a cientos de galaxias enanas. La luz infrarroja permite ver a través del polvo, a diferencia de la luz visible, de manera que resulta más adecuada para encontrar agujeros negros rodeados de polvo y ocultos. El equipo de Shobita Satyapal ha determinado que los agujeros negros de las galaxias enanas tienen muy probablemente entre 1.000 y 10.000 veces la masa de nuestro Sol, por lo que son mayores de lo que se esperaba para estas galaxias pequeñas.
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Este hallazgo inesperado sugiere que las “semillas” originales de los agujeros negros supermasivos son ya de por sí mismas bastante masivas.
Tal vez los agujeros negros supermasivos se formaron muy temprano en la historia del universo, a través de mecanismos que hoy no son comunes en el universo. O acaso todo ese crecimiento se debe a una absorción colosal de gas de sus galaxias anfitrionas. No está claro. Lo único evidente, tal como argumenta Satyapal, es que la existencia, en esas galaxias diminutas y primitivas, de agujeros negros con una masa de entre 1.000 y 10.000 veces la de nuestro Sol, denota que los agujeros negros grandes se forjaron como tales de un modo distinto al asumido hasta ahora.
En la investigación también han trabajado N.J. Secrest, W. McAlpine y J.L. Rosenbergm de la Universidad George Mason, S.L. Ellison de la Universidad de Victoria en Canadá, y J. Fischer del Laboratorio de Investigación Naval (NRL) de la Marina Estadounidense.
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