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Viernes, 07 de Octubre de 2016
Psicología

Causas neurológicas de la propensión a conductas temerarias en la adolescencia

Los adolescentes, tanto los humanos como los de muchas otras especies animales, se sienten más inclinados que los adultos y que los niños a entregarse a un comportamiento de alto riesgo, aventurero, de exploración y de búsqueda de experiencias nuevas. Aunque estos rasgos de personalidad proporcionan cualidades potencialmente útiles para lograr objetivos ambiciosos y alcanzar el éxito en diversas facetas de la vida, incluyendo independizarse de los padres, entrañan también peligros, sobre todo si se llevan demasiado. Entre las consecuencias negativas que pueden traer, figuran el consumo de drogas, beber más alcohol de la cuenta, tener sexo sin protecciones, y conducir de manera arriesgada, todo lo cual puede acarrear conflictos violentos, problemas legales, daños a la salud e incluso muerte prematura.

 

Los hallazgos hechos recientemente en un estudio pionero, realizado por Heidi C. Meyer y David J. Bucci, del Dartmouth College, en Hanover, New Hampshire, Estados Unidos, demuestran un vínculo causal entre la actividad cerebral desequilibrada, propia de los cambios registrados durante el desarrollo cerebral típico en la adolescencia, y el control del comportamiento.

 

El comportamiento específico de los adolescentes podría estar gobernado en buena parte por un desequilibrio entre la actividad de la corteza prefrontal, una región cerebral implicada en el control cognitivo y la inhibición, que no se desarrolla del todo hasta poco antes o algo después de cumplir los veinte años de edad, y el núcleo accumbens, que desempeña un papel esencial en la búsqueda de recompensas y en la adicción.

 

En investigaciones anteriores se ha comprobado que los adolescentes que practican un comportamiento arriesgado suelen tener problemas para inhibirlo, en comparación con adultos o preadolescentes. Ello ha conducido a plantear la hipótesis de que una baja actividad en la corteza prefrontal, unida a una alta actividad simultánea en el núcleo accumbens, un desequilibrio que parece existir solo durante la adolescencia, provoca en esencia un desajuste en la capacidad de refrenar las conductas de alto riesgo.

 

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Una neurona de la corteza cerebral expresando una proteína fluorescente verde que indica la expresión exitosa de un receptor del que los autores del estudio se han valido para reproducir temporalmente en el cerebro el desequilibrio de actividad entre la corteza prefrontal y el núcleo accumbens que se da en la adolescencia. (Foto: David J. Bucci, Dartmouth College)

 

Para comprobar el desequilibrio causal, Meyer y Bucci utilizaron un método quimiogenético para simular el que sucede durante la adolescencia, alterando simultáneamente la actividad en la corteza prefrontal y en el núcleo accumbens. La técnica empleada permite a los investigadores “controlar remotamente” la actividad de las células cerebrales, apagando o encendiendo temporalmente células en una región durante un corto período de tiempo, inyectando para ello un virus que transfiere genes para un receptor sintético, que solo reacciona ante un fármaco sintético que también es administrado a través de una sencilla inyección.

 

Para el estudio, los investigadores usaron ratas adultas, que normalmente tienen una actividad equilibrada en estas áreas, y utilizaron la citada técnica para disminuir la actividad en la corteza prefrontal y aumentar de forma simultánea la actividad en el núcleo accumbens, mientras las ratas aprendían una tarea de inhibición. Un sonido característico señalaba a las ratas que se les entregaría un premio en forma de comida; sin embargo, una luz que precedía al sonido indicaba que no habría recompensa.

 

Las ratas que fueron tratadas con la técnica exhibieron un fuerte retraso en el aprendizaje tendente a inhibir su respuesta ante el sonido cuando este era precedido por la luz, requiriendo el doble de la cantidad de adiestramiento para aprender el comportamiento. El retraso en el aprendizaje de esta respuesta inhibitoria coincidía con el retraso que los investigadores observaron en ratas adolescentes normales durante un estudio anterior. Lo recién descubierto ilustra asimismo cómo esta forma de inhibición proactiva depende de la edad, lo cual concuerda con los resultados previos de los investigadores al estudiar cómo la inhibición se ve dificultada durante la adolescencia.

 

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