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Redacción
Viernes, 22 de Noviembre de 2019
Arqueología

¿Comer ostras solo en los meses con letra “r”? La regla ya se usaba hace 4.000 años

Las ostras silvestres, según la tradición popular, solo deberían comerse de septiembre a abril, es decir, en aquellos meses cuyo nombre contiene una “r”, para evitar intoxicarnos o que su sabor no sea bueno. Un nuevo estudio sugiere que las personas han estado siguiendo esta práctica durante al menos 4.000 años.

 

Un trabajo de investigación indica que los antiguos habitantes de la isla de St. Catherines limitaban su recogida de ostras a los meses fuera del verano. ¿Cómo han sabido los científicos cuándo las recogían? Midiendo la presencia de unos caracoles parasitarios.

 

Los caracoles conocidos como Boonea impressa son parásitos comunes de las ostras, que se agarran a la concha e insertan una aguja para sorber el interior blando. Dado que el caracol tiene un ciclo de vida de unos 12 meses, su longitud en el momento de la muerte ofrece una estimación fiable de cuándo murió la ostra anfitriona, lo que permitió a los investigadores Nicole Cannarozzi y Michal Kowalewski, del Museo de Historia Natural de Florida, utilizar este hecho como un pequeño reloj estacional en relación a cuándo comían ostras las personas en el pasado.

 

Cannarozzi y Kowalewski descubrieron que los habitantes de la isla de St. Catherines recogían ostras principalmente a finales del otoño, durante el invierno y la primavera. Es posible que lo hicieran así para que las poblaciones de ostras se recuperaran durante el verano, evitando al mismo tiempo consumir especímenes tóxicos.

 

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Muestras de conchas de caracoles Boonea impressa. (Foto: Kristen Grace/Florida Museum)

 

El método utilizado por los científicos, el examen de los caracoles parásitos, complementa otros métodos arqueológicos, incluyendo el análisis de isótopos estables, y de hecho se podría aplicar a otros estudios de invertebrados marinos.

 

Una de las conclusiones es que las personas, a lo largo de la historia, han afectado a las distribuciones, ciclos de vida y número de los organismos a los que ha prestado atención para su consumo. Viendo las consecuencias de ello se pueden alcanzar también conclusiones sobre lo que puede ocurrir en el futuro, en el marco de nuestros esfuerzos de conservación.

 

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