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Redacción
Domingo, 01 de Diciembre de 2019
Paleontología

Un estudio aporta nuevos datos sobre los osos que vivieron en Dmanisi hace 1,8 millones de años

El yacimiento de Dmanisi, datado en 1,8 millones de años, se sitúa en la república de Georgia, en el corazón del Cáucaso, entre el mar Negro y el mar Caspio. Se trata de la localidad paleontológica que registra la presencia humana más antigua localizada fuera de África. Asimismo, conserva una extraordinaria colección de restos paleontológicos, con una diversidad de especies de mamíferos extintas muy espectacular. Esta colección de fósiles se encuentra depositada, junto a otras muchas otras procedentes de los ricos yacimientos georgianos, en el Museo Nacional de Georgia, en Tbilisi, y está en proceso de estudio.

 

En este contexto, se ha efectuado un estudio liderado por investigadores del IPHES (Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social) y del Área de Prehistoria de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona (URV) -Tsegai Medin (además becario de la Fundación Atapuerca), Bienvenido Martínez-Navarro y Florent Rivals- (estos dos últimos también ICREAs, que han contado con la participación de científicos de la Universidad de Málaga, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (España) y del Museo Nacional de Georgia. El equipo ha llevado a cabo la clasificación de los restos fósiles de la población de osos que habitaron el emblemático yacimiento paleoantropológico del Pleistoceno inferior de Dmanisi y, además, describe su dieta.

 

Para ello, se ha combinado el estudio anatómico con los datos métricos y con técnicas de microdesgaste dental. Los dientes de oso de Dmanisi, correspondientes a la especie Ursus etruscus, descrita por el gran paleontólogo francés Georges Cuvier hace ya casi dos siglos, en 1823, muestran una amplia variabilidad de talla. Por ello, su adscripción sistemática se ha cuestionado a lo largo del tiempo. De hecho, en 1995, el profesor Abesalom Vekua consideró que había dos especies distintas, a las que llamó Ursus etruscus y Ursus sp. Sin embargo, en este estudio se observa que, independientemente de la talla, todos los ejemplares muestran una variabilidad anatómica muy similar, por lo que la diferencia de tamaño sólo se debe a un dimorfismo sexual acusado, donde los machos son bastante más grandes que las hembras, tal y como ocurre en los osos pardos modernos y en otras especies fósiles. Ursus etruscus está también muy bien representada en los yacimientos de Orce: Venta Micena, Fuente Nueva-3 y Barranco León, en los dos últimos asociados a la presencia humana, al igual que ocurre en Dmanisi.

 

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Mandíbula de oso hallada en Dmanisi. (Foto: Bienvenido Martínez-Navarro/IPHES)

 

Por otro lado, el análisis del microdesgaste dental de los osos de Dmanisi informa que habitaban en ambientes mixtos, con praderas y bosques abiertos, donde se alimentaban de frutos y hojas de los árboles, complementando su dieta con carne y peces. Asimismo, el análisis morfométrico comparativo de este oso fósil con los osos modernos (pardo, polar, tibetano, etc.) confirma que la especie de Dmanisi tenía una alimentación omnívora, similar a la del oso pardo actual, Ursus arctos.

 

En el artículo se discuten también, en función de estas nuevas evidencias, las interacciones ecológicas de este oso fósil con otros elementos de la fauna, incluyendo por supuesto a los primeros homininos que se dispersaron fuera de África. Es especialmente interesante la relación existente entre las diversas especies de hábitos alimentarios omnívoros, consumidores generalistas de productos vegetales y animales, básicamente homininos, osos y cerdos. En el estudio se llega a la conclusión de que el grado de competencia entre los homininos y los osos era menor de lo aparente, debido a que durante los meses fríos de invierno, momento en el que los homininos deberían tener más dependencia de los productos animales y de los frutos secos (bellotas, nueces, castañas, tubérculos, etc.), en función de la escasez de frutos blandos durante esta época del año en las latitudes medias, los osos deberían estar hibernando. En cambio, el estudio concluye que al mantenerse los cerdos activos durante la estación invernal, esto conllevaría una mayor competencia con los homininos, lo que posiblemente pudo contribuir a su extinción en Europa poco después, no apareciendo de nuevo en los ecosistemas de nuestro continente hasta medio millón de años más tarde, a finales del Pleistoceno inferior, en torno a 1,2 millones de años. (Fuente: IPHES)

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