Psicología
La ilusión de que lo caro debe ser mejor que lo barato no afecta por igual al Ser Humano y al mono
En, como mínimo, un aspecto, los monos, al menos los capuchinos, son más inteligentes que los humanos, ya que no presuponen que un precio más alto deba implicar una mejor calidad, según los resultados de un nuevo estudio.
Los humanos tendemos habitualmente a confundir el precio de un bien con su calidad, incluso cuando probamos dos productos, si las diferencias de calidad están abiertas a valoraciones un tanto subjetivas. Por ejemplo, en una investigación se constató que los sujetos de estudio pensaban que un vino con un precio elevado sabía mejor que ese mismo vino etiquetado con un precio más barato. En otros experimentos similares, los sujetos de estudio creyeron que un analgésico funcionaba mejor cuando pagaban un precio superior por él.
El equipo de Laurie Santos, psicóloga de la Universidad Yale en New Haven, Connecticut, Estados Unidos, ha constatado que los monos capuchinos no caen en esa ilusión, al menos no de una manera tan flagrante, aunque sí comparten otros comportamientos irracionales con la especie humana.
Al respecto de esto último, se sabe que los monos capuchinos comparten algunos de nuestros sesgos económicos. En investigaciones previas, Santos y sus colegas comprobaron que los monos experimentan lo que se conoce en psicología como aversión a la pérdida, y que consiste a grandes rasgos en valorar más conservar algo que ganarlo, y también constataron que a menudo adoptan un enfoque irracional cuando se trata de afrontar un riesgo, y que incluso son propensos a racionalizar sus propias decisiones, todo ello coincidiendo con debilidades humanas bien conocidas. Pero el aspecto analizado en el nuevo estudio es uno de los primeros en los cuales los monos muestran un comportamiento más racional que los humanos.
El equipo integrado, entre otros, por Santos y Rhia Catapano, diseñó una serie de cuatro experimentos para probar si los monos capuchinos preferirían artículos más caros pero equivalentes a los baratos. Se les enseñó a elegir en un mercado instalado en el laboratorio para tal fin, y a comprar alimentos novedosos a diferentes precios. Los análisis mostraron que los monos comprendían las diferencias de precio entre los alimentos. Pero cuando se examinó si preferían el sabor de los de más alto precio, resultó que los monos no mostraban el mismo sesgo que los humanos.