Astronomía
Biografía de M16
Visible a simple vista en la constelación de la Serpiente, M16, llamada también Nebulosa Águila o Nebulosa Fantasma, es un conglomerado de estrellas de diverso brillo que comparten su lugar en el espacio con una nebulosa de gas y polvo.
Philippe Loys de Chéseaux la descubrió en 1746, y posteriormente Messier la incluyó en su catálogo. Se trata de una de las nebulosas más bellas que pueden observarse, y una cuyo tamaño real alcanza los 315 años-luz de diámetro. Sus apodos proceden de su aspecto particular, donde destacan su “cola” y sus “alas”, como las de un águila, si bien muchas personas prefieren referirse a ella como nebulosa “fantasma”, por su semejanza al modelo idealizado de estos seres imaginarios.
M16 se halla a unos 6.500 años luz. Es otro claro ejemplo de nebulosa de emisión, donde el gas que la compone se encuentra ionizado por la radiación ultravioleta de las estrellas que se encuentran en su región. En realidad, forma parte de una nebulosa de emisión difusa más grande, de tipo HII, que llamamos IC 4703. Al mismo tiempo, se trata de una zona muy activa de formación de estrellas. Además de los centenares que podríamos contar en sus alrededores, existen muchas otras que están naciendo ahora mismo del interior de sus estructuras gaseosas. Y es en esta faceta donde M16 es más conocida, ya que son famosas las imágenes tomadas de algunas de sus secciones con el telescopio espacial Hubble, en 1995, mostrando los conocidos “pilares de la creación”, columnas de más de 10 años-luz de largo desde las que están emergiendo jóvenes estrellas, una vez completada su formación inicial.
Son tantas las estrellas que conviven en la región que los astrónomos la consideran un cúmulo estelar abierto. Se pueden contabilizar más de 450, entre las cuales la más brillante es una de magnitud 8,2, catalogada como HD 168076. Como se ha dicho, son cuerpos estelares jóvenes, de no más de 2 millones de años, que aún permanecen cerca del lugar en el que nacieron. Algunas son estrellas pequeñas, pero las hay también muy grandes, con masas 80 veces la del Sol y que brillan un millón de veces más que éste. Su vida será corta.
La visualización de los “pilares de la creación” revolucionó nuestra comprensión sobre la evolución estelar. En ellos prácticamente podemos ver, en algunas zonas oscuras, las protoestrellas que aún se encuentran en el interior de sus capullos de gas y polvo, acumulando material. Actuando como una especie de incubadoras en una guardería de estrellas, las columnas albergan los llamados EGGs (“huevos”), o glóbulos gaseosos en evaporación, que los astrofísicos creen que mantienen a las incipientes protoestrellas en su interior cuando aún no son capaces de emitir demasiada energía. En pleno proceso de compresión, el gas hidrógeno que las compone todavía no ha alcanzado la temperatura y la presión necesarias para emitir en determinadas longitudes de onda. Sin embargo, lo que estamos viendo ya nos proporciona pistas sobre la futura morfología de las estrellas. Su tamaño y masa parece determinado por las dimensiones de los glóbulos.
La Nebulosa Águila presenta pilares gaseosos en varias zonas de su anatomía. La nebulosa en sí no es muy densa, pero en ciertos lugares las columnas surgen de su cuerpo principal como estalagmitas en una cueva. Y estos pilares son lo bastante densos como para propiciar la formación de estrellas, al colapsar bajo su propia gravedad. En un momento determinado, las protoestrellas continúan acumulando gas de los alrededores, hasta que tienen suficiente masa para empezar a brillar, emitir radiación y despejar su camino hacia el exterior.
Este camino de salida lo recorrerán con mucha ayuda. Las estrellas que ya se encuentran fuera y que, jóvenes, emiten en el ultravioleta debido a sus altas temperaturas, cooperan a través de un fenómeno que llamamos fotoevaporación. En efecto, los pilares a su alcance son erosionados y su gas se ve desprendido lentamente, como el vapor del caldo de una olla que hierve. Una vez que todo este gas ha desaparecido, los glóbulos, más densos que su entorno, permanecen todavía en su lugar, y prosiguen su evolución, gestando la estrella que mantienen en su interior. Aún mantendrán un pequeño contacto con la nebulosa principal, a través de una especie de “dedo”, que es sólo una parte del pilar que no se ha evaporado porque el propio glóbulo lo ha impedido al interponerse con su cuerpo.
Lo más interesante de M16 es que podemos ver glóbulos en varias fases de su evolución. Así, los astrónomos pueden efectuar un recorrido imaginario por la etapa temprana de formación de las estrellas. Estas seguirán acumulando material y creciendo, hasta que la fotoevaporación las prive de más gas, y a partir de entonces inicien la siguiente fase de su evolución, ya como un cuerpo independiente. Este mecanismo es uno de los que parece determina el tamaño final de cada estrella, y podría afectar a la formación de planetas a su alrededor.
La espectacularidad de la Nebulosa Águila continuará sin duda siendo un objetivo principal para los cosmólogos que estudian la evolución estelar. No obstante, sus estructuras podrían tener los días contados. Parece que hace menos de 9.000 años estalló una supernova en la región, cuya luz debió alcanzar la Tierra hace uno o dos milenios. La onda de choque del cataclismo, por su parte, abría destruido los pilares, pero la luz del suceso no nos llegará en otro milenio, ya que la onda avanzó mucho más lentamente que la propia luz de la explosión.
DATOS BÁSICOS:
Nombres: M16, NGC 6611, Nebulosa Águila, Nebulosa Fantasma
Constelación: Serpent
Distancia a la Tierra: Unos 6.500 años-luz
Magnitud: 7.0
Diámetro: 315 años-luz
Características especiales: Escenario de formación estelar en el que destacan los famosos “pilares de la creación”, donde se forman protoestrellas.