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El Mediterráneo ha sido cuna de incontables civilizaciones que a lo largo de la historia han pretendido controlar sus costas. Sus aguas han sido surcadas por todo tipo de embarcaciones; buques de guerra que ampliaban los límites del imperio y naves mercantes que mantenían un floreciente comercio entre sus riberas. Los caminos terrestres eran largos y peligrosos, atravesaban numerosos reinos de distinta animosidad, elevados tributos de paso y no permitían el transporte de cargas pesadas o de gran tamaño. El mar, en cambio, representaba un nexo de unión razonablemente seguro y rápido, para tales menesteres.
Es realmente difícil definir unas características comunes en los mercantes fenicios en el primer milenio a.C., puesto que presentaban una gran variedad de formas y tamaños, dependiendo del tipo de uso al que fueran destinados.
Por otra parte, debido a los numerosos contactos e intercambios, existían numerosos puntos similares en la construcción naval fenicia y su contemporánea egipcia, asiria, griega o etrusca.
El mar es un duro campo de experimentación en donde solamente perduran las mejores soluciones. La ciencia marinera es reacia a los cambios, y algunos tipos de embarcaciones y sistemas constructivos, fueron utilizados a lo largo de cuatro mil años sin modificaciones relevantes.
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