Chile tiene más de tres mil volcanes, de los cuales a unos ochenta se les puede considerar activos.
Después de más de medio siglo de relativa calma, el volcán Puyehue despertó con una serie de fuertes temblores que señalaron el inicio de esta potente erupción.
El 4 de Junio, se abrió una fisura, y una imponente columna de gas y cenizas volcánicas se alzó hasta unos diez kilómetros de altura.
Varios miles de personas fueron evacuadas, y aeropuertos en Chile y Argentina paralizaron su actividad.
A día de hoy, los efectos de la erupción siguen haciéndose notar en una zona muy amplia. El gran penacho de cenizas volcánicas ha perturbado el tráfico aéreo en lugares tan distantes como Nueva Zelanda.
Sin embargo, en opinión de algunos expertos, el peligro mayor generado por esta erupción volcánica es la gruesa capa de cenizas que cubre una amplia extensión de terreno al este del volcán.
El Servicio Chileno de Minerales y Minería (SERNAGEOMIN) ha alertado de que cuando comiencen las lluvias del invierno austral en las próximas semanas, la masa de cenizas podría provocar peligrosos corrimientos de tierras, y lahares, sobre todo en valles fluviales obstruidos de la Cordillera de Los Andes.
Los lahares son el resultado de la rápida fusión de la nieve y/o glaciares durante una erupción volcánica.
El agua de los lagos de gran altitud ubicados al oeste del punto de erupción contiene cenizas en suspensión. La superficie de esas masas de agua está cubierta parcialmente por piedra pómez, un mineral volcánico dotado de burbujas de gas y con tan baja densidad que puede flotar en el agua. La vegetación y la nieve de la zona también están cubiertas por cenizas.