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Jueves, 28 de Enero de 2016
Antropología

Iglesia, colonialismo español y mortandad inesperada en la América de siglos pasados

La aparición de una noticia sobre los daños ecológicos y de salud humana provocados por la colonización española de América pone de manifiesto la ironía perversa de que la implantación de una religión que buscaba la salvación de los paganos ocasione de manera involuntaria la perdición de estos.

 

La línea de investigación abierta por el estudio divulgado en la citada noticia revela que los asentamientos impulsados por misioneros españoles en América fomentaron una mortandad inesperada en siglos pasados, la más acentuada de todas, al menos en los poblados inspeccionados.

 

Ya se sabía que con la llegada de los colonos europeos a América, las poblaciones nativas americanas se vieron diezmadas por la enfermedad y el conflicto. Pero si hablamos de calendarios, magnitudes y efectos de esta despoblación, todo depende de a quién preguntemos.

 

Muchos estudiosos afirman que las enfermedades golpearon a la población nativa poco después de su primer contacto con los españoles, y que se extendieron con tal ferocidad que dejaron huellas delatoras en el entorno. Otros, sin embargo, afirman que, si bien devastador, este proceso fue mucho más gradual, y que sucedió a lo largo de muchos años.

 

Lo descubierto en la nueva línea de investigación sugiere que ambas teorías están equivocadas. Lo que ha mostrado el equipo de Christopher Roos de la Universidad Metodista del Sur, Joshua Farella y Thomas Swetnam de la Universidad de Arizona, y Matt Liebmann de la Universidad Harvard, en Estados Unidos todas estas instituciones, es que, en lo que hoy día es el norte de Nuevo México, las enfermedades europeas no aparecieron hasta el establecimiento de las iglesias de las misiones religiosas, casi un siglo después del primer contacto de los españoles con los indios americanos. Pero cuando golpearon finalmente, según el estudio reciente, los efectos de las enfermedades fueron devastadores. En apenas 60 años, las poblaciones nativas de los 18 poblados investigados por Roos y sus colegas perdieron más del 85 por ciento de la población.

 

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Una foto de 2012 de los muros que quedan en pie de las ruinas de un poblado de la Jemez ancestral, que fue uno de los analizados en la investigación reciente. (Foto: Christopher Roos, SMU)

 

Usando tecnología de teledetección aérea LiDAR para establecer el tamaño y forma de los montículos de escombros de los edificios derribados de poblados ancestrales en la zona de la Provincia de Jemez, un área al oeste de Santa Fe y del Laboratorio Nacional estadounidense de Los Álamos, en el norte de Nuevo México, los investigadores pudieron cuantificar tamaños de población en el siglo XVI, con independencia de los indicados en documentos históricos.

 

Sus hallazgos sindican que el despoblamiento a gran escala solo sucedió después de que se establecieron las misiones, por sacerdotes franciscanos en la década de 1620. La interacción constante diaria supuso enfermedades epidémicas, violencia y hambre, según las conclusiones a las que han llegado los autores del estudio. De una población de unos 6.500 en dicha década, quedaron menos de 900 en la de 1690.

 

Las enfermedades supuestamente traídas a América por los conquistadores (o los religiosos) españoles y después por otros europeos constituyen un tema de candente debate científico, además de moral. En particular, la sífilis ha protagonizado infinidad de discusiones acaloradas sobre el contagio entre la población española y la americana. El debate científico sobre el origen geográfico de la sífilis como enfermedad venérea ha girado mucho últimamente en torno al inicio del contacto entre europeos y americanos. Determinar sin ninguna sombra de duda que ya había sífilis en Europa antes del primer viaje de Colón a América, o, por el contrario, demostrar con igual rotundidad que solo comenzó a haberla en Europa después de iniciarse el contacto con América, podría indicar orígenes muy distintos para la enfermedad.

 

Un análisis de huesos humanos europeos anteriores al viaje de Colón aportó en su día lo que se consideró una prueba bastante contundente de la existencia de sífilis en Europa antes del primer viaje de Colón a América. Sin embargo, ninguna de esas evidencias óseas, incluyendo las presentadas en 54 informes publicados, es fiable cuando se las somete a análisis estandarizados rigurosos respecto al diagnóstico y a la antigüedad, según una polémica evaluación a cargo del equipo del antropólogo George Armelagos, de la Universidad Emory, en Estados Unidos, cuyos resultados se presentaron públicamente en 2012. De hecho, según las conclusiones de esa revisión, los datos óseos refuerzan la hipótesis de que la sífilis no existía en Europa antes de que Colón iniciase la relación entre Europa y América. Sin embargo, tampoco hay nada que demuestre que la sífilis como tal se contagiara primeramente de América a Europa.

 

En realidad, el caso de la sífilis parece ser, a la luz de investigaciones recientes, el subproducto del encuentro íntimo entre dos poblaciones humanas diferentes, que se convirtió también en el encuentro íntimo entre dos variedades del patógeno, con el resultado de una combinación de ambos en una mutación que volvió mucho más dañina a la dolencia provocada por la cepa bacteriana resultante. Nació así La Sífilis tal como la conocemos y como la temieron tantas generaciones, con todo lo que este mal ha acarreado históricamente. La sífilis, por su imagen popular de enfermedad venérea delatora del estilo de vida de la persona enferma, estigmatizó socialmente a mucha gente en el pasado, además de por su condición de dolencia peligrosa, siendo comparable en algunos aspectos a lo que hoy es el SIDA. Se la llamó con infinidad de nombres que incluían un adjetivo indicativo de procedencia geográfica, por regla general de un país o zona que gozaba de pocas simpatías en el lugar de uso.

 

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