Ecología
El legado de cien años de contaminación medioambiental en una ciudad
El caso del que hablamos en este artículo podría ser el de bastantes ciudades en el mundo. Localidades pioneras en la industrialización que abrazaron con entusiasmo la construcción y operación de fábricas contaminantes en su territorio municipal, sin duda ante la promesa de puestos de trabajo para todos, pero que relajaron demasiado las medidas de seguridad medioambiental de la actividad industrial allí realizada. El resultado: un legado tóxico que cien años después ejerce sus efectos perniciosos sobre la población actual.
Este es el caso de la ciudad de Flint, en Michigan, Estados Unidos.
David Rosner, historiador de contaminación medioambiental, así como profesor de ciencias sociomédicas en la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia en la ciudad estadounidense de Nueva York, ha hecho un análisis histórico de la enorme magnitud de las operaciones de la empresa General Motors en Flint, una ciudad con una gran mayoría de habitantes de color. A principios de la década de 1980, dentro de la época álgida de su actividad allí, la compañía empleó hasta 80.000 trabajadores en una serie de enormes fábricas situadas a lo largo de la ribera del río Flint. Una red de suministradores, muchos de ellos establecidos río arriba respecto a Flint, produjeron componentes como pintura y baterías, todos los cuales contenían plomo.
Por otro lado, los coches de General Motors estaban energizados por gasolina con plomo. De hecho, en los años 20 del pasado siglo, la compañía, en cooperación con Dupont y Standard Oil, desarrolló el plomo tetraetílico, un aditivo para la gasolina que aumenta el rendimiento del motor, permitiendo motores más grandes y coches más rápidos que pudieran competir con los fabricados por Ford, el mayor competidor de General Motors.
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La introducción de la gasolina con plomo no pasó desapercibida. Incluso entonces, el plomo era conocido por ser tóxico. “Hubo una gran protesta de la comunidad sanitaria pública y de mucha gente que vieron esto como un mal precedente, que permitía la diseminación de un material peligroso”, explica Rosner.
De hecho, en 1924, Nueva York, Nueva Jersey y zonas de Pensilvania prohibieron brevemente la gasolina con plomo. Mientras tanto, los epidemiólogos llevaron a cabo un estudio de tres años sobre trabajadores de talleres, túneles de lavado y establecimientos similares expuestos al plomo tetraetílico, pero no consiguieron medir su efecto inmediato. Si bien nadie murió por envenenamiento agudo por plomo, sabemos ahora que los efectos sobre la salud de esta sustancia son a menudo sutiles y tienen lugar en el transcurso de décadas; y que la exposición al plomo, aunque sea en cantidades bajas, no es algo inocuo. De todos modos, para los directivos de General Motors en aquella época, la cuestión quedaba resuelta; el estudio era prueba de la seguridad de la gasolina con plomo.
Después de décadas de vertidos industriales por General Motors y sus suministradores, el río Flint quedó contaminado. En los años 60, Flint empezó a comprar agua a Detroit. En la primavera de 2014, debido a presiones financieras, el gestor de emergencias nombrado por el estado decidió volver a utilizar el río Flint para suministro de agua potable. Pero los altos niveles de cloruros en el agua corroyeron las tuberías de plomo de Flint, lo que llevó a unos niveles del metal en el agua potable por encima de lo admisible. Además, se detectaron niveles altos de plomo en la sangre de niños. Después de muchos meses de inactividad por parte del estado y de las autoridades federales, en octubre, Flint volvió a abastecerse de agua procedente de Detroit. Sin embargo, muchos siguieron preocupados por las tuberías corroídas por un año y medio de exposición al agua del río Flint.
Por supuesto, Flint está lejos de ser un ejemplo aislado. La contaminación por plomo y otras sustancias químicas en zonas industriales actuales y pasadas es obvia en todo el mundo.



