Climatología
La Antártida puede estar ya en camino hacia la fusión de buena parte de su hielo
En la época del Mioceno temprano, las temperaturas eran varios grados más cálidas que las actuales y los niveles oceánicos se hallaban 15 metros (50 pies) más arriba, muy por encima del nivel del suelo de las actuales ciudades de Nueva York, Tokio y Berlín.
Eso ocurrió hace más de 16 millones de años, así que las condiciones medioambientales eran diferentes. Pero había una importante similitud con el mundo en el que vivimos hoy en día: el aire contenía aproximadamente la misma cantidad de dióxido de carbono. Ese paralelismo es fuente de una gran preocupación acerca de la estabilidad de las capas de hielo en la Antártida, y un nuevo estudio aporta más indicios inquietantes.
Lo que le ocurra al hielo de la Antártida es importante ya que, en total, los glaciares de la Antártida tienen el tamaño conjunto de Estados Unidos y México, y contienen suficiente agua como para elevar el nivel global del mar en unos 55 metros (180 pies).
El estudio, a cargo del equipo integrado, entre otros, por Aradhna Tripati de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en Estados Unidos, y David Harwood, de la Universidad de Nebraska en el mismo país, es el más reciente descubrimiento de ANDRILL, un proyecto de investigación centrado en el Polo Sur. La iniciativa, que ahora tiene 12 años, ha implicado a un centenar de científicos de siete países. Los investigadores de ANDRILL fueron los primeros en practicar agujeros a través de las plataformas de hielo antárticas, para tomar muestras del fondo marino de debajo. Las plataformas de hielo son las partes de las capas de hielo que se extienden por encima del agua.
Investigaciones previas mostraron que las plataformas de hielo son vulnerables incluso a pequeños aumentos en los gases de efecto invernadero. Pero el nuevo estudio es el primero en demostrar que los enormes glaciares terrestres son también muy vulnerables.
Si se mantiene el dióxido de carbono en los niveles actuales, corremos el riesgo de que esas enormes placas de hielo que se extienden mar adentro desaparezcan, tal como advierte Tripati.
Las plataformas de hielo son esenciales porque actúan como el tapón de corcho en una botella de champán, sujetando los enormes flujos terrestres de hielo glacial que hay sobre el continente antártico. Pero son particularmente sensibles a los cambios de temperatura. Una subida de temperatura de unos pocos grados más puede hacerlos desaparecer, ya que son calentados tanto por el aire como por el mar.
Y la desaparición de las plataformas de hielo lleva a un calentamiento aún superior, debido al efecto albedo: el hielo, de color claro, refleja la radiación del Sol hacia el exterior de la Tierra; una vez derretida la superficie de hielo, el agua de debajo pasa a ser la superficie, y por su color, más oscuro, absorbe más radiación y más calor.
El proceso puede tardar cientos de años en completarse, pero las señales del cambio ya están presentes. En 2002, la plataforma de hielo Larsen B, que estaba hecha de más de 3.240 kilómetros cuadrados de un hielo de 220 metros de grosor, se desprendió y comenzó a deshacerse, sorprendiendo a científicos y observadores en general. A lo largo de las últimas décadas, siete de las 12 plataformas de hielo en la península Antártica se han colapsado. “Se han comportado como las piezas de un dominó”, apunta lúgubremente Tripati.