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Miércoles, 30 de Marzo de 2016
Zoología

El ritmo de la primavera influye en la longitud de las alas del ruiseñor

Hasta el momento se creía que la distancia que recorrían los ruiseñores anillados en sus migraciones europeas era el factor más importante en la diversidad de formas de sus alas. Sin embargo, el análisis de una veintena de trabajos sobre estos desplazamientos, liderado por el Instituto Ornitológico de Suiza, revela que la velocidad de avance de la primavera influye más en la longitud de las alas de estas aves.

 

“En este trabajo se amplía el paradigma que utilizamos para comprender este tipo de adaptaciones, al comprobar que los ruiseñores tienen alas más largas cuando crían en lugares que no están necesariamente más alejados de los sitios donde pasan el invierno, sino que tienen primaveras que avanzan especialmente deprisa”, explica Javier Pérez-Tris, investigador del departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en España, y coautor del trabajo.

 

El estudio, publicado en la revista Ecology and Evolution, muestra cómo la evolución puede moldear la forma de los animales durante su adaptación al medio ambiente. Con el ruiseñor común (Luscinia m. megarhynchos) como modelo de estudio, los científicos observaron una relación entre la longitud de las alas y la velocidad con la que avanza la primavera en sus áreas de cría, un total de 28 zonas repartidas por todo el continente, de Portugal a Turquía y de España a Polonia.

 

“Este resultado apoya la idea de que la forma de las alas de las aves es rápidamente moldeable por la selección natural, de modo que cada población tiene unas alas perfectamente ajustadas a sus necesidades aerodinámicas concretas”, apunta Pérez-Tris.  

 

La longitud de las alas de los ruiseñores analizados –medidas desde la muñeca hasta la punta– variaba entre los 83,1 milímetros y los 89,2 para machos, y entre 80,3 milímetros y 86,3 para hembras. Los resultados muestran que las alas son más largas cuanto más al este crían las aves, pero no encuentran relación alguna con la latitud.

 

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Los investigadores comprobaron que las diferencias geográficas observadas se deben a disparidades en la velocidad de avance de la primavera, un parámetro que mide el ritmo de desarrollo de la vegetación, obtenido a partir de observaciones de satélites.

 

De esta forma, los ruiseñores orientales tienen alas largas porque sus primaveras avanzan más rápido, mientras que en las localidades occidentales donde la primavera es más lenta, tienen alas más cortas. En las aves con vuelo batido como los ruiseñores, las alas más largas les permiten volar más deprisa que las cortas.

 

Las migraciones de los ruiseñores, huyendo de los inviernos fríos, varían entre los 2.500 y los 4.550 kilómetros. Su objetivo fundamental es poder regresar a sus áreas de cría, haciendo coincidir esta llegada con el momento óptimo para su reproducción.

 

“Donde la primavera avanza rápido es más difícil acertar con ese momento, de manera que la selección natural ha podido favorecer un aumento de la velocidad en las poblaciones que se enfrentan a esas condiciones”, señala el zoólogo.

 

De esta forma, cuando las poblaciones que vuelven de África comprueban que en Europa la primavera va muy adelantada una vez que cruzan el Sáhara, aceleran el vuelo para llegar en el momento óptimo a su lugar de reproducción. Eso lo consiguen con alas más largas.   

 

Los estudios analizados se remontan a 1950, lo que pone de manifiesto la importancia de sostener los programas de seguimiento a largo plazo. “El anillamiento de aves es uno de los programas más valiosos que existen de lo que hoy llamamos ciencia ciudadana”, recuerda Pérez-Tris. "Los datos de este estudio existen gracias al esfuerzo de numerosos voluntarios que han dedicado tiempo y dinero a contribuir a la causa científica con información de gran calidad”, añade.

 

De hecho, Pérez-Tris participa en el estudio no solo como investigador, sino también como miembro del Grupo de Anillamiento SEO-Monticola, con sede en la Universidad Autónoma de Madrid.

 

En el estudio también han participado el Instituto Michael Otto (Alemania), el Instituto para la Protección Medioambiental y la Investigación (Italia), el Instituto de Biodiversidad e Investigación de Ecosistemas (Bulgaria), la Universidad Ondokuz Mayis (Turquía), la Universidad Eötvös Loránd (Hungría), la Universidad de Basel (Suiza) y numerosos anilladores voluntarios. (Fuente: Universidad Complutense de Madrid)

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