Artículo, de La Web de Anilandro, que recomendamos por su interés.
Cada pocos días es frecuente ver en los informativos de televisión noticias referentes a descubrimientos en el campo de la biotecnología. En ellas aparecen sonrientes científicos que dicen haber encontrado nuevas y más fascinantes claves de la vida, procedimientos para clonar embriones, modificar genes o crear nuevas especies a base de combinar partes de las ya existentes. Después de un breve, y a menudo desafortunado apunte del locutor, suele redondearse la noticia añadiendo las palabras de algún otro personaje ligado al mundo del pensamiento filosófico, de la jurisprudencia o de la religión, que en base a criterios fundados en la moral imperante en su propia doctrina expone los usos y límites que deberían aplicarse a tales descubrimientos.
Tras algunos años en que estos comentarios sólo provocaban sonrisas y la evocación de monstruosos personajes literarios como Frankenstein o el Dr. Hyde, la humanidad se está dando cuenta de que la biotecnología representa una nueva y poderosísima Caja de Pandora, como lo fueron en su día la navegación, el descubrimiento de la pólvora, la imprenta, las vacunas, la electricidad o la energía nuclear. Una más de las miles de cosas que han hecho el mundo tal cual es, y que abren nuevos cauces de futuro hasta ahora vedados por falta de conocimiento.
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