Astronáutica
40 años del aterrizaje de la Viking-1 en Marte
A lo largo de su historia, la NASA ha situado diversos tipos de robots sobre Marte en varias ocasiones durante las últimas décadas, y se prevé una futura misión tripulada al Planeta Rojo. Buena parte de la ciencia fundamental que ha permitido esas misiones (y que también nos ayudará a enviar humanos al cuarto planeta de nuestro Sol) tiene sus raíces en un programa conocido como Viking.
El 20 de julio de 2016 se cumplen 40 años desde que el vehículo de aterrizaje de la nave Viking-1 se posó sobre la superficie rocosa marciana y empezó a recoger datos. Unas semanas más tarde, el de la Viking-2 hizo lo mismo.
En el programa Viking se inventaron algunas tecnologías notables, que después han tenido muchas otras aplicaciones fuera del ámbito astronáutico. Entre otros muchos logros pioneros, el vehículo de aterrizaje de la Viking-1 fue la primera nave que fue esterilizada por completo. Parte de ese proceso de esterilización supuso introducir al vehículo en un capullo sellado herméticamente y colocarlo después en un horno para someterlo a una temperatura de 120 grados durante 40 horas.
Ambas sondas partieron de la Tierra con una diferencia de un par de semanas. Cada una consistía en un orbitador y un vehículo de aterrizaje, que viajaron juntos durante casi un año hasta alcanzar la órbita de Marte. Los orbitadores empezaron entonces a tomar imágenes de la superficie marciana, a partir de las cuales se seleccionó cada lugar de aterrizaje. La fecha original de descenso para la Viking-1 debía ser el 4 de julio de 1976 (el bicentenario de la nación). Pero el lugar seleccionado originalmente resultó ser demasiado accidentado. El equipo de la misión se dio más tiempo para encontrar un punto más adecuado.
Una vez seleccionados los dos sitios de aterrizaje, cada vehículo de descenso se separó de su orbitador y aterrizó de forma suave.
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Se cumplen 40 años del aterrizaje en Marte de la Viking-1. (Imagen: NASA)
La primera foto tomada desde la superficie de Marte por la Viking-1 capturó apenas unos pocos metros de superficie marciana y parte de una de las patas del vehículo. Había una buena razón para tomar una foto tan poco vistosa en vez de retratar una panorámica del paisaje circundante. Se pretendía, por motivos de seguridad, comprobar la robustez del suelo sobre el que se había posado la nave.
Los orbitadores continuaron tomando imágenes y, entre ambos, fotografiaron todo el planeta en lo que entonces era una resolución elevada. También llevaron a cabo mediciones de vapor de agua atmosférico y cartografiado térmico infrarrojo.
El orbitador de la Viking-1 pasó a 90 kilómetros de Fobos y tomó imágenes de esta luna, la mayor del planeta y muy próxima a este, a tan solo unos 6.000 kilómetros de distancia. Tal proximidad convierte a Fobos, de entre todos los satélites naturales de planetas del sistema solar, en el más cercano a su planeta.
Los vehículos de aterrizaje tomaron fotografías que cubrían los 360 grados alrededor de ellos, recogieron y analizaron muestras del suelo marciano, y monitorizaron la temperatura, la dirección del viento y la velocidad de este.
Las Viking revelaron detalles adicionales sobre volcanes, planicies de lava solidificada, enormes cañones y los efectos del viento y el agua. El análisis de los suelos en los puntos de aterrizaje mostró detalles interesantes sobre su composición química.
Los dos vehículos de aterrizaje llevaron a cabo un mismo programa de tres experimentos biológicos, y tanto en el caso de la Viking-1 como en el de la 2, uno de esos experimentos, el conocido como LR (por las siglas de Labeled Release experiment), proporcionó lo que parecían resultados positivos (detección de señales de vida). El consenso general en la comunidad científica fue, sin embargo, que ese resultado era un falso positivo, y que por tanto no se hallaron indicios de vida en Marte. Sin embargo, Gilbert Levin, investigador principal del experimento, ha mantenido a lo largo de los años que los resultados sí fueron correctos en lo esencial y que por tanto concuerdan con la posible presencia de vida microbiana sobre Marte.
La cuestión no está todavía clara, tal como admite Joel Levine, un antiguo científico del Centro Langley de la NASA y que trabajó en la misión. Y el debate prosigue con fuerza. Hace varios años, unos microbiólogos de la Universidad de California, en la ciudad estadounidense de San Francisco, analizaron todos los datos del experimento LR y, como Levin, concluyeron que concordaban con una explicación biológica. Así pues, ¿las Viking detectaron señales de vida en Marte? Ojalá no haya que esperar otros 40 años para poder disponer de la respuesta definitiva a esta pregunta, y que pronto misiones más sofisticadas examinen a fondo el subsuelo marciano y pueda determinarse si hay o no vestigios de vida.



