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Viernes, 12 de Agosto de 2016
Antropología

Identifican la sangre del rey Alberto I, 82 años después de su polémica muerte

El fallecimiento del rey Alberto I de Bélgica en 1934, oficialmente debido a un accidente de escalada, ha sido desde entonces tema de especulación y de teorías de conspiración. Los resultados de un análisis reciente aportan datos frescos y refutan muchas de esas teorías conspirativas.

 

El 17 de febrero de 1934, el rey Alberto I, gran aficionado al montañismo y que por entonces contaba con 58 años de edad, murió después de una caída mientras escalaba en solitario la Roche du Vieux Bon Dieu, en el sector belga de la región de las Ardenas. Teniendo en cuenta que era un escalador muy experto, y dado que no hubo testigos de su muerte, pronto surgieron especulaciones sobre su “verdadera” causa.

 

Las teorías de conspiración han seguido circulando hasta la actualidad, y van desde un asesinato político hasta un crimen pasional: se dice, por ejemplo, que el rey fue asesinado en otro lugar, y que o bien que su cadáver nunca estuvo en el lugar del accidente de alpinismo, o que lo estuvo solo después de morir, en el marco de un montaje para hacer creer al mundo que había caído mientras escalaba. Sin embargo, nunca se han encontrado pruebas para estas teorías.

 

Después de la muerte de Alberto I, el lugar del accidente se convirtió prácticamente en un lugar de peregrinaje, y la gente se hizo con objetos manchados con rastros de la sangre del rey, que se decía fueron recogidos durante la noche del 17 al 18 de febrero por personas que vivían en las cercanías.

 

El periodista Reinout Goddyn, que trabaja para el programa Royalty de la televisión flamenca, compró una de esas reliquias: hojas de árbol manchadas de sangre. Quería saber si esta podía pertenecer a Alberto I, en vista de las teorías conspirativas. En 2014, el profesor Dieter Deforce de la Universidad de Gante en Bélgica había ya confirmado que la sangre era humana.

 

[Img #37906]

 

El genetista forense Maarten Larmuseau y sus colegas de la Universidad de Lovaina en Bélgica continuaron la investigación y hallaron dos parientes vivos de Alberto I dispuestos a cooperar en ella. Uno de ellos es Simeon Borisov Sakskoburggotski (conocido también como Simeón de Sajonia-Coburgo-Gotha, Simeón de Bulgaria o Simeón II, que fue el último zar de Bulgaria, y ha ejercido de político, habiendo también servido como primer ministro). Simeón II está emparentado con Alberto I por el lado paterno. La otra persona emparentada con Alberto I es Anna Maria Freifrau von Haxthausen, una baronesa alemana que lo está por la vertiente materna.

 

Estos dos parientes lejanos de Alberto I proporcionaron muestras de ADN que los autores del nuevo estudio compararon con el de los rastros de sangre. El equipo de investigación ha comprobado que la sangre es efectivamente de Alberto I.

 

Esta confirmación tiene importancia histórica, ya que 82 años después del hecho, todas las personas capaces de dar un testimonio directo de las circunstancias que rodearon la muerte del monarca han fallecido, y la mayor parte de los objetos capaces de aportar pruebas o indicios ha desaparecido. Este estudio era una de las últimas posibilidades para recoger datos adicionales. La autenticidad de los rastros de sangre confirma la versión oficial de la muerte de Alberto I. La historia de que el cadáver del rey nunca estuvo en el lugar donde se cree que cayó, o que solo fue colocado ahí por la noche, ha resultado ahora ser muy improbable, aunque otras teorías de conspiración, como que alguien provocó su caída, seguramente seguirán circulando.

 

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