Geología
¿Nuevas víctimas mortales indirectas del cambio climático global?
El 17 de julio de este año, más de 70 millones de toneladas de hielo se desprendieron del glaciar Aru en las montañas del Tíbet occidental y rodaron hacia el valle inferior, acabando con las vidas de nueve pastores nómadas de yaks que vivían ahí.
A fin de realizar una especie de análisis forense de la avalancha, unos investigadores de la Academia China de Ciencias formaron un equipo de investigación junto con dos glaciólogos de la Universidad Estatal de Ohio en la ciudad estadounidense de Columbus: Lonnie Thompson y Ellen Mosley-Thompson.
El hecho más importante sobre la avalancha es que duró solo cuatro o cinco minutos (según los testigos), y sin embargo consiguió enterrar 9,6 kilómetros cuadrados del fondo del valle en ese tiempo. Todo apunta a que el agua procedente del deshielo tuvo que lubricar el hielo para acelerar su flujo montaña abajo.
Otros glaciares próximos podrían ser propensos a desprendimientos como este, pero desafortunadamente, se carece de la capacidad de predecir tales desastres.
Los investigadores no podrían haber pronosticado, por ejemplo, que un glaciar vecino, en la misma cordillera montañosa, se desprendería solo dos meses más tarde, pero lo hizo, en septiembre de 2016. Las causas de esa avalancha, que no provocó la pérdida de vidas humanas de la anterior, todavía están bajo investigación.
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Imágenes captadas por el satélite Sentinel-2 de poco antes (izquierda) y justo después (derecha) del desprendimiento sufrido por el glaciar Aru, ocurrido el 17 de julio de 2016. (Foto: ESA / The Ohio State University)
Los científicos usaron datos obtenidos desde satélite y de GPS para conseguir mediciones precisas de cuánto hielo cayó durante la primera avalancha y el área que cubrió. Desde entonces, trabajando con modelos informáticos que permiten reproducir la avalancha de forma virtual, han encontrado más respuestas al respecto. En esas simulaciones, la única condición que llevó a una avalancha fue la presencia de agua liberada por un deshielo.
El equipo de investigación aún no sabe exactamente de dónde procedió esa agua, pero dado que la temperatura promedio medida en la estación meteorológica más cercana se ha incrementado en aproximadamente 1,5 grados centígrados (2,7 grados Fahrenheit) durante los últimos 50 años, parece probable que la nieve y el hielo se estén fundiendo y que el agua resultante se esté filtrando bajo el glaciar, tal como argumenta Thompson.



