Biología
Decir palabrotas nos vuelve más fuertes
La actitud mental que nos incita a proferir insultos y palabrotas es también apropiada para que extraigamos de nuestros músculos la máxima fuerza posible. Esta es, a grandes rasgos, la llamativa conclusión a la que se ha llegado en una investigación, realizada por el equipo de Richard Stephens, de la Universidad de Keele en el Reino Unido.
En la investigación, el Dr. Stephens y sus colaboradores llevaron a cabo dos experimentos. En el primero, 29 participantes completaron una prueba de fuerza anaeróbica (un período corto pero de intenso esfuerzo físico) que consistió en pedalear muy vigorosamente sobre una bicicleta estática. Lo hicieron después de haber dicho palabrotas y después de no haberlas proferido. En el segundo experimento, 52 participantes completaron una prueba isométrica de agarre con la mano, de nuevo tras ambas situaciones.
Los resultados mostraron que los participantes, si habían dicho palabrotas, producían más fuerza de pedaleo en el primer experimento, y un mayor agarre en el segundo.
Stephens y sus colegas sabían, por sus investigaciones previas, que decir palabrotas hace que las personas toleren mejor el dolor. Una posible razón para ello es que la actitud mental asociada a proferirlas estimula el sistema nervioso simpático del cuerpo, el cual hace que nuestro corazón se acelere cuando estamos en peligro.
El estado de ánimo influye en el nivel de fuerza física que somos capaces de ejercer, y el nuevo estudio ha profundizado en un aspecto curioso de la conducta humana al respecto. (Foto: Amanda Mills / CDC)
Aceptando esa explicación, parecía lógico que decir palabrotas aumentara también la fuerza física generada por la persona, y eso es lo que el equipo de Stephens ha hallado en estos experimentos. Sin embargo, cuando él y sus colaboradores midieron el ritmo cardiaco y algunos otros parámetros que deberían haber experimentado cambios si el sistema nervioso simpático fuese el responsable del incremento de la fuerza, no encontraron cambios notables.
Por tanto, el mecanismo exacto por el que decir palabrotas tiene estos efectos sobre la resistencia y la tolerancia al dolor sigue sin estar claro.