Biología
Aclaran el misterio de la inocuidad del monóxido de carbono producido dentro del cuerpo humano
El monóxido de carbono es un gas tóxico que puede resultar mortífero en altas concentraciones. En la vida cotidiana, se le conoce mayormente como componente nocivo del humo expulsado por los tubos de escape de automóviles y otros vehículos, y también goza de mala fama por su efecto asfixiante en calderas de combustión con averías graves. Por esas y otras cosas, el monóxido de carbono se ha ganado el apodo de "El Asesino Silencioso".
Sin embargo, dentro del cuerpo humano también se produce monóxido de carbono mediante la actividad normal de las células. Los científicos se han preguntado desde hace tiempo cómo el metabolismo del Ser Humano y los de otros organismos evitan autoenvenenarse por esta producción interna de monóxido de carbono.
Unos investigadores de la Universidad de Manchester, en colaboración con colegas de la Universidad de Liverpool, ambas en el Reino Unido, y la Universidad del Este de Oregón en Estados Unidos, ahora han identificado el mecanismo por el cual las células se protegen de los efectos tóxicos del gas a esas concentraciones bajas.
Las moléculas de monóxido de carbono deberían poder adherirse fácilmente a las moléculas de las hemoproteínas en las células sanguíneas. Cuando lo hacen, como por ejemplo durante la exposición a altas concentraciones por inhalación, afectan adversamente a funciones celulares esenciales, como el transporte de oxígeno, la señalización celular y la conversión de energía. Esto es lo que provoca los efectos mortales del envenenamiento por monóxido de carbono.![[Img #5035]](upload/img/periodico/img_5035.jpg)
Las hemoproteínas constituyen un "receptor" ideal para las moléculas de monóxido de carbono, como anillo al dedo, por lo que la producción natural del gas, incluso a bajas concentraciones, en teoría debería hacer que las moléculas de monóxido de carbono se adhiriesen a las hemoproteínas hasta envenenar al organismo. Pero esto no es lo que sucede.
El equipo de Nigel Scrutton (Biocentro Interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Biológicas, en la Universidad de Manchester) ha descubierto que cuando la hemoproteína "percibe" que el gas tóxico es producido dentro de la célula, cambia su estructura a través de una "ráfaga" de energía, y a la molécula de monóxido de carbono le resulta demasiado difícil adherirse a ella, siempre y cuando las concentraciones del gas sean tan bajas como las alcanzadas por la actividad normal de las células.


