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Redacción
Lunes, 04 de Febrero de 2019
Medicina

Descubren un biomarcador longitudinal capaz de distinguir pacientes en la fase inicial del Mal de Parkinson

Investigadores del Laboratorio de Procesado de Imagen (LPI) de la Universidad de Valladolid (UVa) en España, así como la Universidad de Texas en Houston y el City College de Nueva York, ambas instituciones en Estados Unidos, han descubierto, a partir de imágenes de resonancia magnética, un biomarcador de la fase prodrómica del Mal de Parkinson, su etapa inicial. El hallazgo abre una puerta a la detección precoz de la enfermedad, la segunda patología neurodegenerativa más frecuente después del Mal de Alzheimer. El trabajo se ha publicado en la revista ‘Frontiers in Neuroscience’.


Antes de que sea posible diagnosticar la enfermedad de Parkinson se producen una serie de leves signos motores, como una pequeña disminución en la capacidad motora, temblores o vocalizaciones que imitan los sueños y que aparecen durante etapas anormales del sueño REM. También pueden surgir otros signos como el estreñimiento, la hiposmia (un trastorno del olfato) o pequeños cambios en la visión. A esta fase de la enfermedad se le denomina prodrómica y se considera que aparece incluso más de 10 años antes de su posible detección.


“No existen técnicas simples y no invasivas que puedan identificar y cuantificar los cambios neurodegenerativos que está comenzando a sufrir el cerebro y que pueden estar relacionados con el Parkinson”, explican a DiCYT los investigadores de la UVa Óscar Peña Nogales y Rodrigo de Luis García.


Por ello, aseguran, es fundamental desarrollar biomarcadores y técnicas que permitan el diagnóstico de pacientes en esta etapa prodrómica, teniendo en cuenta que el éxito de muchas terapias para detener o ralentizar el proceso neurodegenerativo depende de su aplicación temprana.


En este sentido, la resonancia magnética es una herramienta muy poderosa para el estudio del cerebro. Se trata de una técnica no invasiva e inocua para el paciente, que permite obtener una enorme cantidad de información acerca de la morfología, la función y la conectividad que hay en diversas regiones del cerebro. Consciente de este potencial, el Laboratorio de Procesado de Imagen de la UVa explora desde hace varios años su aplicación a diversas enfermedades, como esquizofrenia o migraña, entre otras.


En este caso, han utilizado una modalidad de resonancia magnética llamada resonancia de difusión. Mediante un procedimiento denominado tractografía, pueden saber cómo están conectadas entre sí diferentes áreas de interés del cerebro. “Es algo así como elaborar un mapa de carreteras, pero la información que obtenemos no nos dice cuánto tráfico hay en esas carreteras, sino si son carreteras con mayor o menor capacidad, o si están en mejor o peor estado. Toda esta información se agrupa en algo llamado conectoma, que es una cantidad enorme de información que se puede explotar después”, precisan.

 

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Escáner de resonancia magnética que dispone el LPI de la Universidad de Valladolid. (Foto: LPI-UVa)

 

En lugar de observar meramente el “mapa de carreteras”, los investigadores se fijaron en cómo evoluciona en cada uno de los sujetos a lo largo de un año. Con esta información, han entrenado a un algoritmo de aprendizaje automático (machine learning) para que aprenda a distinguir entre la evolución de personas sanas y la evolución de personas con Parkinson.

 

Posteriormente, lo probaron con un tercer grupo y resultó que el algoritmo era capaz de distinguir entre personas sanas y personas susceptibles de tener Parkinson prodrómico, con una buena sensibilidad y especificidad, un hecho inédito hasta la fecha.


A partir de la puntuación que proporcionó el modelo, los investigadores establecieron un umbral para dividir a los pacientes susceptibles de estar en la fase prodrómica en dos grupos: pacientes que probablemente evolucionarían hacia la enfermedad, y pacientes que probablemente no evolucionarían a ella. “Validamos esta división con métricas clínicas que se aplicaron a los pacientes a lo largo de un seguimiento de un año y medio, y vimos cómo estas métricas empeoraban en los pacientes que habíamos clasificado como de probable evolución a Parkinson, mientras que se mantenían constantes en los pacientes del otro grupo”, aseguran.


Asimismo, observaron que las conexiones cerebrales en las que el algoritmo se fijaba más para hacer su clasificación se correspondían con las regiones afectadas por el Parkinson señaladas en diversos trabajos previos.


Aunque se trata de un trabajo prometedor, el estudio se ha realizado con un número de pacientes bastante reducido, por lo que será necesario ampliar la muestra para corroborar el resultado, e incluso refinar el algoritmo.


No obstante, han demostrado que “es posible, analizando la evolución de la conectividad cerebral de las personas a lo largo del tiempo, identificar con razonable precisión a aquellas susceptibles de estar en la fase prodrómica del Parkinson”. “Creemos que es posible detectar signos muy leves de neurodegeneración en esta y otras enfermedades utilizando resonancia magnética. Pero para que esto se traslade a la práctica clínica es necesario hacer más estudios y de mayor tamaño, lo que es bastante difícil porque requiere mucho dinero”, lamentan.


Avanzar en el diagnóstico temprano del Parkinson y de otras enfermedades neurodegenerativas es muy importante dada la trascendencia que están adquiriendo en la sociedad actual. “La edad es un factor de riesgo inevitable y la esperanza de vida de la población ha ido en aumento. Por eso es probable que el número de casos de Parkinson se duplique en los próximos 20 años”, subrayan los investigadores.


Para llevar a cabo este estudio los investigadores utilizaron un conjunto de datos público llamado PPMI (Parkinson’s Progression Markers Initiative), financiado por la fundación Michael J. Fox y otras instituciones e industrias privadas. “Este conjunto de datos es fantástico, tiene para nosotros dos grandes ventajas. En primer lugar, que cada sujeto tiene datos de resonancia magnética adquiridos al menos dos veces con una separación de un año entre ambas pruebas, lo que nos ha permitido hacer el análisis longitudinal. En segundo lugar, cuenta con sujetos de varios grupos, aunque este estudio se ha centrado únicamente en controles sanos, pacientes con enfermedad de Parkinson diagnosticada en los dos últimos años, y pacientes susceptibles de estar en la fase prodrómica del Parkinson. Este último grupo contiene pacientes con hiposmia o que sufren trastorno conductual del sueño REM, que en un 75-90% acaban evolucionando a Parkinson”, subrayan. Un claro ejemplo de la importancia que tiene para la comunidad científica disponer de grandes bases de datos públicas para avanzar en el conocimiento de enfermedades de gran incidencia. (Fuente: Cristina G. Pedraz / DICYT)

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