Zoología
El sistema inmunitario mamífero es capaz de combatir al frío
Los lagartos y otros animales son "de sangre fría". Se les llama así porque mantienen su temperatura corporal por medios exclusivamente externos, calentándose al sol cuando pueden, y conservando el calor en la medida de lo posible cobijándose en sitios resguardados durante la noche. Esto limita las áreas geográficas donde pueden sobrevivir, y por eso los lagartos son tan abundantes en las regiones tropicales y tan escasos en zonas de clima frío.
Los mamíferos, en cambio, son "de sangre caliente". Producen calor internamente, por diversos métodos, incluyendo el de quemar calorías en el tejido adiposo marrón.
Este tejido adiposo marrón (grasa parda, llamada también grasa marrón) sirve para generar calor corporal en los seres humanos y otros mamíferos. La grasa parda se diferencia de la grasa blanca en que tiene la capacidad de usar energía para generar calor, y se cree que su desarrollo en el cuerpo es desencadenado por la exposición a temperaturas frías. La grasa parda es por tanto una forma "buena" de grasa, a diferencia de la modalidad "mala" de grasa, la blanca, que simplemente almacena calorías extra.
Al investigar cómo funciona la grasa parda en los ratones, un equipo de especialistas de la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, la Universidad de California en San Francisco, y la Universidad de Stanford, éstas dos últimas en Estados Unidos, ha descubierto lo que puede ser una reliquia de nuestro pasado evolutivo: En respuesta al frío, las células del sistema inmunitario conocidas como macrófagos pueden activar en la grasa parda la quema de calorías para calentar el cuerpo.
Antes de esta investigación, los científicos habían asumido que el metabolismo de la grasa parda estaba completamente controlado por el cerebro. Pero la nueva investigación sugiere que el sistema inmunitario es una especie de mecanismo de reserva, capaz de actuar como suplente. Esta función adicional del sistema inmunitario probablemente sea una herencia evolutiva de alguna forma arcaica de vida ancestral que tenía mucho más conectados entre sí a los sistemas inmunitario y metabólico.
El sistema inmunitario humano moderno se apoya en los macrófagos para matar y devorar bacterias, lo que ayuda a protegernos contra las infecciones. Nunca se había tenido noticia de que los macrófagos desempeñasen un papel directo de esta relevancia en el sistema metabólico, pero lo observado por el equipo del Dr. Ajay Chawla, del Instituto de Investigación Cardiovascular de la Universidad de California en San Francisco, sugiere lo contrario.
Los científicos saben desde hace bastantes años que la grasa parda quema calorías en respuesta a ciertas señales del cerebro. Estas señales provocan la descomposición de moléculas de los compuestos conocidos como triglicéridos, en grasa blanca, que luego es liberada en el torrente sanguíneo como ácidos grasos. Estos ácidos grasos que circulan por el torrente sanguíneo acaban siendo captados por la grasa parda y quemados para generar calor. La grasa parda está llena de vasos sanguíneos, y el calor calienta la sangre, que a su vez caldea el cuerpo al circular por todo éste.
El cerebro controla el proceso mediante la regulación de la temperatura corporal y, al afrontar un frío extremo, mediante la liberación de una hormona llamada norepinefrina, que pone rápidamente a trabajar a la grasa parda.
En la nueva investigación, se ha constatado que los macrófagos dentro de la grasa parda también pueden hacer esto directamente. Los macrófagos aposentados en la grasa parda y la grasa blanca producen una enzima que genera norepinefrina cuando los ratones están expuestos al frío. Esto lleva a un proceso que incluye la descomposición y la movilización de la grasa acumulada, que se quema en la grasa parda para producir calor.
Los mamíferos actuales han evolucionado hasta tener sistemas separados para la inmunidad y el metabolismo. Pero las moscas, por ejemplo, tienen combinadas en un único órgano las funciones equivalentes a las que en el Ser Humano desempeñan el hígado, el sistema inmunitario y el metabolismo de las grasas.
Los macrófagos de los mamíferos pueden, por tanto, conservar vestigios de un pasado evolutivo en el que sus ancestros desempeñaban de manera habitual más tareas.
En esta investigación también han trabajado Khoa D. Nguyen, Yifu Qiu, Xiaojin Cui, Y. P. Sharon Goh, Julia Mwangi, Tovo David, Lata Mukundan, Frank Brombacher y Richard M. Locksley.