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Redacción
Martes, 06 de Agosto de 2019
Medicina

Los niños obesos tienen alteraciones biomecánicas similares a las de adultos con dolor crónico de espalda o artritis de rodilla avanzada

Que la obesidad es uno de los principales problemas de salud a nivel mundial no es ninguna novedad. La Organización Mundial de la Salud lo ha definido como “la epidemia mundial de salud más preocupante del s. XXI”. En España no estamos exentos a este problema, y nos encontramos con que un 55-70% de los adultos y un 30-33% de los niños tienen sobrepeso u obesidad, siendo de los países con mayor incidencia dentro de la Unión Europea.


Entre otras muchas consecuencias, una persona con obesidad tiene mayor dificultad para desplazar su peso corporal, y eso se ve reflejado en su forma de moverse (biomecánica). Esta cuestión no ha pasado desapercibida para la ciencia, y se sabe que la obesidad produce alteraciones biomecánicas que pueden repercutir en el desarrollo de patologías en el sistema musculoesquelético como dolencias, lesiones o artritis articulares. Estas alteraciones biomecánicas ocurren incluso al caminar, el movimiento más común de nuestro día a día. Sin embargo, hasta la fecha no había evidencia científica suficiente demostrando que este hecho también ocurre en las primeras etapas de la vida, como son la infancia y la adolescencia.


El grupo de investigación PROFITH de la Universidad de Granada ha realizado una revisión sistemática de toda la literatura científica publicada hasta la fecha sobre esas alteraciones biomecánicas que experimentan los niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad cuando caminan. Con este trabajo, los autores pretenden principalmente buscar una explicación de por qué los niños y adolescentes obesos tienen hasta un 40% de mayor riesgo para sufrir dolores en zonas como las rodillas o la espalda, y entender por qué caminar supone un mayor esfuerzo en niños y adolescentes con exceso de peso.


El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista Obesity Reviews, revista científica oficial de la Organización Mundial contra la Obesidad – World Obesity Federation.

 

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Análisis biomecánico en 3 dimensiones de uno de los participantes en el estudio. Pruebas realizadas en el laboratorio HumanLab de iMuds. (Imágenes: Universidad de Granada)


Pablo Molina García, primer autor del artículo, explica cuáles son las alteraciones biomecánicas que presentan los niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad cuando caminan. “Lo primero que observamos es que tienen mayor anchura de paso y sus apoyos son más prolongados que los niños con un peso normal. Esto seguramente se deba a una estrategia para aumentar el nivel de equilibrio mientras desplazan su peso corporal. En cuanto al movimiento y alineación de sus segmentos, aumentan el movimiento de la pelvis y presentan una posición de “valgo” cuando amortiguan su peso”.


Estas compensaciones podrían ayudarles a elevar sus miembros inferiores, más pesados que los de un niño con peso normal, así como aumentar la estabilidad al amortiguar su peso corporal. “Por el simple hecho de tener que desplazar más kilos,estos niños y adolescentes demostraron una mayor absorción y generación de fuerza en caderas, rodillas y tobillos, además de presentar casi el doble de carga en las articulaciones femoroacetabular (cabeza del fémur) y femorotibital (unión fémur y tibia) que niños y adolescentes con un peso normal”, señala Pablo Molina.


En este sentido, los autores advierten que, a pesar de tener que desplazar mayor peso durante todo el día, su sistema muscular y esquelético sigue sin estar adaptado para soportar esas magnitudes de fuerzas y cargas. Por último, este estudio demuestra que estos niños y adolescentes tienen una sobreactivación del sóleo, un músculo clave que nos ayuda a propulsarnos y a mantener el equilibrio cuando caminamos.


Los autores del estudio concluyen que las alteraciones biomecánicas descritas podrían tener consecuencias devastadoras a corto y largo plazo sobre el sistema muscular y esquelético de estos niños y adolescentes, especialmente en la zona lumbar, caderas y rodillas. Características biomecánicas similares se han observado en personas adultas con dolor crónico de espalda y un desarrollo avanzado de artritis de rodilla.


Además, un dato preocupante es que estas alteraciones se observan al caminar, donde normalmente soportamos cargas de 1.2 veces nuestro peso, pero ¿qué ocurrirá en actividades más exigentes como correr o saltar, donde estas cargas aumentan entre 2 y 5 veces nuestro peso?Por otro lado, la mayor absorción y generación de fuerzas, así como la mayor activación en determinados grupos musculares, son factores claves para explicar que estos niños necesiten mayor gasto de energía para caminar a la misma velocidad que un compañero con un peso normal. En principio este mayor gasto de energía podría parecer beneficioso, ya que entre otras cosas la obesidad es un desequilibrio entre la energía que generamos vs la energía que consumimos, pero este se traduce en un mayor esfuerzo para desplazarse lo que puede conllevar a una desmotivación para practicar actividad física.


Tomando como base estos resultados, caminar podría parecer una actividad de alto riesgo para estos niños y adolescentes, pero los autores, lejos de pretender que paren de moverse, inciden en que la actividad física es innegociable: tiene que seguir moviéndose y cuanto más mejor.


Con este estudio, los científicos de la UGR pretenden poner de manifiesto la importancia de prevenir la obesidad desde las primeras etapas de la vida, ya que estas alteraciones en nuestro sistema muscular y esquelético podrían mantenerse hasta la edad adulta.


El grupo PROFITH, a través del proyecto MUBI (MUéveteBIén), está investigando en la actualidad distintas intervenciones de ejercicio físico que no solo ayuden a estos jóvenes a perder peso, sino que también ayuden a corregir estas alteraciones biomecánicas derivadas del exceso de peso.


“Hemos nacido para movernos, y precisamente aprender a movernos es nuestra principal misión en la infancia. No permitamos que los niños olviden cómo moverse”, concluye Pablo Molina. (Fuente: Universidad de Granada / Fundación Descubre)

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