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Redacción
Viernes, 11 de Octubre de 2019
Salud

Las bacterias intestinales ‘controlan’ la recuperación de la silueta de las madres tras el parto

Una investigación indica que los valores antropométricos (peso, cintura y cadera) y la microbiota intestinal (coloquialmente conocida como flora intestinal) de las madres siguen alterados tras el parto, y que a lo largo de un año se van normalizando pareciéndose cada vez más a los que tenían las progenitoras antes del embarazo. Sin embargo, no todas las madres recuperan la silueta tan fácilmente durante ese primer año de postparto y en esa adaptación juega un papel crucial el perfil de la microbiota intestinal que tiene cada mujer.


El estudio lo han realizado investigadores del Laboratorio de Alimentación y Salud, perteneciente al grupo de Calidad, Seguridad y Bioactividad de Alimentos Vegetales del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) en Murcia (España).


Bajo la coordinación de los Drs. Victoria Selma y Juan Carlos Espín, del CEBAS-CSIC, y en colaboración con el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC) de Valencia, en el estudio se realizó un seguimiento anual a cuarenta madres tras el parto. Los investigadores se plantearon evaluar si la recuperación de su silueta habitual podía ser diferente según la microbiota intestinal de cada una. Es decir, si la mayor o menor dificultad en su recuperación estaba relacionada con el perfil de la microbiota de las madres.


Este equipo del CEBAS-CSIC fue pionero en el mundo al identificar que cuando ingerimos ciertos compuestos llamados polifenoles que están presentes en las fresas, nueces o la granada, nuestra microbiota intestinal los transforman en otras moléculas más simples, llamadas urolitinas, que son antiinflamatorios naturales preventivos frente al cáncer y enfermedades cardiovasculares. Pero la capacidad de producir urolitinas no es igual en todas las personas, ya que la población se divide en tres grupos (conocidos como metabotipos) de acuerdo al tipo de urolitinas que forman, lo cual depende precisamente de sus bacterias intestinales. La identificación del tipo de microbiota intestinal (metabotipo) se realiza con un análisis de orina tras haber ingerido nueces, granada, fresas o alimentos de similares características.

 

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Mujer embarazada. (Foto: Harael / Pixabay)


En el estudio han participado cuarenta voluntarias sanas que tras el parto optaron por la lactancia materna. A cada una de ellas se le realizó un seguimiento durante un año de sus valores antropométricos (perímetro de cintura, cadera, peso y índice de masa corporal), la composición de su microbiota intestinal, así como su capacidad para producir urolitinas. Las participantes fueron agrupadas según su metabotipo (para lo cual consumieron nueces durante unos días), que fue identificado a través de muestras de orina.


“Al inicio de la investigación, detectamos un primer resultado relevante al comprobar que la microbiota intestinal de las madres seguía bastante alterada después del parto y que solo se observaban dos de los tres metabotipos existentes (metabotipo A y B). Además, el número de voluntarias con metabotipo B era más alto de lo normal mientras que el metabotipo A estaba infrarrepresentado respecto a la población normal. Esto era importante porque los resultados derivados de estudios recientes del equipo sugieren que el metabotipo A es protector y que el metabotipo B es más propenso a las alteraciones cardiometabólicas”, explica la Dra. Victoria Selma.


Los resultados del estudio han demostrado que el grupo de madres con metabotipo A tenía más facilidad para recuperar su peso habitual antes del embarazo que las del metabotipo B. Así, el 75% de las progenitoras del metabotipo A perdió peso frente a un porcentaje mucho menor de las madres del metabotipo B. Además, mientras que la microbiota intestinal de las mujeres del metabotipo A fue cambiando progresivamente durante el año de postparto, pareciéndose cada vez más a los valores normales anteriores a la gestación, la de las madres del metabotipo B apenas se modificó. “Esta escasa variación de la microbiota intestinal en el grupo con metabotipo B explicaría su mayor dificultad para perder kilos de más tras el parto. Es decir, la capacidad de las madres para perder peso tras el parto no es igual en todas, tal y como se observa en la vida cotidiana y esto depende de su diferente microbiota intestinal”, apunta el Dr. Juan Carlos Espín.


La respuesta parece residir en un posible desequilibrio en la microbiota intestinal (llamado disbiosis) en personas del metabotipo B como sugieren las investigaciones recientes de este mismo equipo del CEBAS-CSIC. En el caso de las madres, los metabotipos predicen la mayor o menor capacidad que van a tener para recuperarse después del parto, los perfiles microbianos y antropométricos que tenían antes del embarazo. “Que una madre sea del metabotipo B quizá puede interpretarse como un semáforo que alerta de una posible disbiosis, y esto puede relacionarse con un mayor riesgo tras el embarazo de desarrollar obesidad y enfermedades cardiometabólicas", subrayan los investigadores. (Fuente: CEBAS-CSIC)

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