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Redacción
Viernes, 29 de Noviembre de 2019
Ecología

Los loros tiran la comida a propósito para mejorar la calidad y cantidad de frutos y semillas

La profesora del Departamento de Biología Aplicada de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche (España) Esther Sebastián González ha participado en un estudio que concluye que los loros no son tan despistados como se cree por su inexplicable hábito de desperdiciar una parte de la comida que cogen. Según los autores de este trabajo, este acto aparentemente sin sentido en realidad es intencionado y busca posiblemente mejorar la calidad y cantidad de los frutos y semillas de los árboles.

 

Este estudio, en el que han participado biólogos de España, Bolivia y Brasil, echa por tierra la etiqueta generalizada de que los loros son poco hábiles en el manejo de la comida y, además, revela el valioso papel que desempeñan en la biodiversidad. Esto es así porque, también, se ha comprobado que los frutos que arrojan con aparente descuido al suelo, ya sea intactos o a medio abrir, sirven de alimento a otras especies incapaces de subir a las ramas y que, de otro modo, no tendrían acceso a esos nutrientes. Según ha explicado la investigadora de la UMH Esther Sebastián, se añade que estas semillas lanzadas al suelo acaban dispersándose, lo que ayuda a aumentar la posibilidad de que germinen.

 

La investigación se ha desarrollado durante una década en Europa, Asia, América y África, con 6.253 observaciones de 103 tipos de loros (el 30 por ciento de los que hay) y tras 37.612 kilómetros recorridos en seguimientos. Por primera vez en la literatura científica, se ha cuantificado cuántas bayas, moras, dátiles y otras muchas frutas como mangos, manejan habitualmente entre sus garras y pico y se ha determinado que sueltan el 11,8 por ciento de las frutas y hasta el 14,6 de las semillas.

 

Los biólogos han observado que sistemáticamente “desperdician” más frutos verdes (con menos azúcar y menos aporte de energía) y que dejan caer menos en la época de reproducción (cuando tienen pollos y tienen más necesidad nutricional). Estos aspectos se basan en que “los loros pueden manejar el concepto de futuro” y llegan a “planear” una mejor alimentación mediante esta actividad que los expertos denominan 'jardineo', que consiste en una especie de poda por la que cortan los frutos todavía verdes para mejorar la calidad de los que quedan y, a la vez, propiciar que se alargue el periodo de producción del árbol.

 

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Ejemplar de loro barranquero, una especie de aves que se estableció en Argentina y las costas del Atlántico tras cruzar los Andes desde lo que hoy es Chile hace 120,000 años. (Foto: Petra Quillfeldt/Instituto Max Planck de Ornitología)

 

La investigadora de la UMH Sebastián González ha señalado que “no son tan despistados como se creía hasta ahora porque hay una parte de los frutos y semillas que, claramente, tiran con intención. Si no fuera así, no podrían cambiar de comportamiento en la época de reproducción, ni discernir si cae una fruta más o menos verde”. De esta manera, “hasta ahora, se pensaba que los loros eran depredadores de semillas y frutas y poco más”, mientras que desde ahora se sabe que tienen “una función mucho más importante al seleccionar su alimento para lograr más y por más tiempo”, además de facilitar nutrientes a otros animales y dispersar las semillas.

 

Además de la investigadora de la UMH Esther Sebastián, en la investigación han participado José Luis Tella, Fernando Hiraldo, Dailos Hernández-Brito, Pedro Romero-Vidal, Eduardo Gómez-Llanos y Erica C.Pacífico, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC); Guillermo Blanco, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (CSIC); Martina Carrete, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla; José A. Díaz-Luque, de la Fundación de Investigación y Conservación del Loro de Bolivia; y el brasileño Francisco V. Dénes, de la Universidad de Alberta (Canadá).

 

A pesar de que se ha trabajado con loros de todo el mundo, en España se han estudiado los del parque del Oeste, el río Jarama, Aravaca y Arganda del Rey (Madrid), los parques de la Alameda y Amate, la isla de la Cartuja y la avenida de las Palmeras (Sevilla) y cerca del jardín Botánico y de las plazas del Decanato y del Charco (Tenerife). (Fuente: Asociación RUVID/DICYT)

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