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Redacción
Martes, 03 de Diciembre de 2019
Zoología

El brillo del copete rojo del cardenal macho incide en su desempeño como reproductor

Emblemático de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, el cardenal es popularmente conocido por el distintivo copete rojo que luce en su cabeza. A los ojos del ser humano ese color se ve igual en todos los individuos, pero estudios recientes establecieron que hay importantes variaciones en el brillo del plumaje entre machos y hembras, y también a nivel interno de cada sexo, que pueden ser detectadas por las aves gracias a la compleja visión que desarrollaron.

 

Este dato disparó el interés de Luciano Segura, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) en Argentina, quien se propuso estudiar qué relación tiene esa característica con la conducta reproductiva de la especie, en particular en lo que refiere al desempeño de machos y hembras. Su estudio, realizado en colaboración con la investigadora del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, CONICET-UBA) Bettina Mahler, fue publicado recientemente en la revista Scientific Reports, del grupo Nature.

 

“Lo que nos propusimos fue analizar qué representa para una hembra elegir un macho más o menos brillante, y ver qué implica esa elección en términos reproductivos”, comenta Segura, y destaca un aspecto singular del trabajo: “A diferencia de estudios similares que suelen hacerse bajo condiciones controladas de cautiverio, modificando por ejemplo algunos rasgos distintivos de calidad individual o las condiciones de alimentación de los individuos, nosotros lo desarrollamos en un ambiente natural, es decir que los patrones que encontramos representan lo que pasa realmente en la naturaleza”.

 

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Cardenal. (Foto: gentileza investigador)

 

En efecto, los profesionales se instalaron en un sistema de bosques nativos conocidos como talares en la localidad bonaerense de Punta Piedras, el extremo norte de la Bahía de Samborombón, partido de Punta Indio, para realizar “la parte más difícil pero a la vez más divertida”: el trabajo de campo. “Nos llevó unos cuantos años, porque es bastante complejo hacer el seguimiento de los individuos. El primer paso era capturarlos antes de que comience la temporada de cría para medir las características de su plumaje y marcarlos con anillos, y luego rastrearlos para monitorear cada evento reproductivo. En un invierno llegábamos a anillar de 20 a 25 ejemplares, pero luego lográbamos encontrar reproduciéndose a sólo cinco o seis de ellos”.

 

La primera etapa de resultados indicó que las parejas de cardenales con machos de copete más brillante tuvieron mayor éxito reproductivo a lo largo de la temporada de cría, lo que evidencia que el rojo del copete es efectivamente un indicador de calidad individual entre los machos. Mientras tanto, los investigadores comenzaron a desarrollar una segunda instancia de experimentos, donde colocaron cerca de los nidos unos modelos taxidermizados de pirinchos –un típico depredador de nidos– e instalaron cámaras de video para registrar el comportamiento de defensa. Esto permitió comprobar que los machos de mayor brillo son los más agresivos y cuentan con la tasa más alta de ataque ante una potencial amenaza.

 

Otra instancia de la investigación consistió en monitorear el esfuerzo reproductivo de machos y hembras en relación con la coloración de los primeros. “Con las cámaras filmadoras lo que hicimos fue seguir de cerca cuánto colaboraban esos machos en la atención de sus crías, y vimos que los de mayor brillo realizaban un menor esfuerzo en la limpieza del nido y entregaban menos alimento y de menor volumen a sus pichones. Es decir, trabajan menos”, subraya Segura.

 

¿Cuál es la razón para que las hembras los elijan? “Pudimos comprobar una hipótesis que se conoce como ‘asignación diferencial de recursos’, esto es que las hembras evalúan en base a la intensidad del brillo la calidad de los machos, y de alguna manera deciden hacer el esfuerzo de trabajar más en la crianza de los pichones si esa pareja es capaz de proveer beneficios a su nidada. De esta forma obtienen distintas utilidades: algunas directas, porque esos machos defienden mejor sus nidos; y otras indirectas, porque le garantizan más y mejor descendencia gracias, quizás, a algún aporte a nivel genético”, puntualiza el experto. (Fuente: CONICET/DICYT)

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