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Redacción
Lunes, 23 de Diciembre de 2019
Zoología

Las variaciones genéticas proporcionan a los mejillones una oportunidad de adaptarse al cambio climático

Gracias a las variaciones genéticas existentes en las poblaciones naturales de mejillones del Mediterráneo, estos pueden adaptarse a la disminución de los niveles de pH en el agua marina causada por las emisiones de carbono. Un nuevo estudio hecho por biólogos de la University of Chicago muestra que los mejillones criados en un entorno experimental de bajo pH produjeron conchas más pequeñas que aquellos criados en niveles de pH normales, pero la tasa de supervivencia general fue la misma para ambos grupos.

 

La población que sobrevivía en el entorno de bajo pH difería genéticamente de las otras, lo que sugiere que las variaciones genéticas que ya existían en un subgrupo de la población natural de mejillones les permitió adaptarse al nuevo entorno más duro, más allá de las demás agresiones ecológicas que ya sufren. Esto podrían ser buenas noticias tanto para los ecologistas como para los amantes del marisco, que verán como su manjar culinario encuentra formas de ajustarse a los mares cambiantes.

 

Según Mark Bitter, uno de los investigadores, la esperanza es que ya haya algunos individuos en la especie que dispongan del perfil genético que les permita soportar cambios en su entorno. En su trabajo publicado en la revista Nature Communications, se afirma que eso permite a la evolución trabajar mucho más rápido, ya que no hay que esperar a que aparezca alguna nueva mutación apropiada.

 

A medida que los humanos quemamos más y más combustibles fósiles, los océanos absorben más o menos un tercio del carbono extra liberado a la atmósfera. Ello hace que los niveles de pH del agua marina caigan, haciéndose más ácidos. Los mejillones, las ostras y ciertas especies de algas tienen dificultades a la hora de producir sus conchas duras de carbonato de calcio en este entorno. Por eso, estas conchas resultan ser más pequeñas o más delgadas.

 

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Mejillones del Mediterráneo. (Foto: Lydia Kapsenberg)

 

Esto se confirmó a lo largo de varios viajes a Francia, en 2016 y 2017, durante los cuales se recogieron especímenes de Mytilus galloprovincialis, el mejillón del Mediterráneo. Después, los científicos criaron docenas de combinaciones a partir de 12 hembras y 16 machos, para asegurar una población genéticamente diversa de larvas, totalizando 192 combinaciones diferentes.

 

Con esta población inicial, se dividieron las larvas en dos grupos: una para desarrollarse en agua con un nivel de pH normal (8.1), y la otra en agua marina con un pH de 7.4, menor que el que experimentan los mejillones de forma natural. El pH promedio global de los océanos es de aproximadamente 8.0; los mejillones del Mediterráneo pueden encontrarse valores que llegan a 7.7 en algunos puntos. El pH de 7.4 usado en el experimento refleja el declive esperado durante los próximos 100 años.

 

Las larvas de mejillones, más de 1 millón en total, fueron mantenidas en una serie de cubos en los que se bombeaba agua de mar con una cantidad de CO2 controlada, para regular con cuidado los niveles de pH. Los cubos tenían también palas para hacer circular el agua de manera natural. A medida que las larvas crecían y desarrollaban su concha, se pegaban a las paredes de los cubos.

 

A lo largo de 6 semanas, los científicos tomaron muestras cada pocos días para medir el tamaño de las conchas y analizar el perfil genético de las larvas vivas. Aquellos mejillones en condiciones de pH normales hacían crecer sus conchas más rápido que aquellos en agua con un pH inferior, aunque después de dos semanas, esta última población casi se puso al día. Quizá los individuos más vulnerables a estas condiciones murieron antes de llegar a este punto, y los supervivientes pudieron continuar creciendo normalmente.

 

Los análisis genéticos indicaron que había fuertes síntomas de selección ante las condiciones de bajo pH, lo que significa que apareció un perfil genético particular entre los mejillones que pudieron soportar el entorno.

 

El resultado fue una población mejor adaptada a las nuevas condiciones de bajo pH, lo cual es una buena noticia en un ambiente de cambio climático.

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