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Redacción
Miércoles, 05 de Febrero de 2020
Astronáutica

Las muertes en los viajes espaciales

En 2017 se cumplieron 50 años de la muerte de Vladimir Komarov, el primer ser humano fallecido en un viaje espacial. Otros le han seguido en esta triste lista. Algunos lo hicieron durante los primeros tiempos de la astronáutica tripulada, cuando lo rudimentario de la tecnología así como la fuerte rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la carrera espacial podían verse como un caldo de cultivo para accidentes y acciones temerarias.

 

Pero también hubo muertes después de acabar dicha carrera, e incluso ya en el siglo XXI, lo cual demuestra que, aunque los viajes espaciales no suelan ya recibir el nivel de atención de la prensa y de apasionamiento del gran público que tuvieron en la época de los pioneros, el acto de viajar al espacio sigue siendo una aventura en el sentido más literal de la palabra, con todo lo bueno y todo lo malo que una aventura tiene.

 

En la historia de la astronáutica tripulada se han producido además muchas situaciones de gran peligro, que acabaron bien pero que podrían haberse cobrado vidas de astronautas, como por ejemplo la vivida por los tripulantes de la Apolo 13, una odisea llevada al cine. La sangre fría y la pericia en buscar soluciones imaginativas han sido de gran ayuda en tales casos. Pero a veces el problema es tan grande que no puede resolverse de ningún modo.

 

La astronáutica, como técnica que implica trabajar con sustancias inflamables, velocidades enormes y temperaturas extremas, ya es de por sí peligrosa, sin necesidad de efectuar un viaje espacial. Queda claro por los accidentes acaecidos en centros de lanzamiento espacial e incluso durante entrenamientos de astronautas. Uno de los ejemplos más evidentes es el de la tripulación de la misión que pasaría a la historia como Apolo 1. Naves posteriores del programa Apolo lograron la proeza de llevar seres humanos a la Luna por vez primera, pero el inicio de la serie con la Apolo 1 no pudo ser más descorazonador.

 

El 27 de enero de 1967, hace ahora poco más de 50 años, los tripulantes de la Apolo 1, Virgil "Gus" Grissom, Edward White y Roger Chaffee, fallecieron en un incendio desencadenado a bordo de la nave por un cortocircuito, durante un ensayo de la misión que los habría llevado al espacio el 21 de febrero.

 

El primer humano fallecido en un vuelo espacial

 

Ya se sabía que viajar al espacio era arriesgado. Bastantes de los animales, incluyendo monos, ratones y perros, que se enviaron a bordo de astronaves a fin de probar si era seguro para los humanos viajar en ellas, fallecieron, como consecuencia de la rudimentaria tecnología de aquellos años y de las limitaciones que imponía, siendo el más famoso de todos ellos la perra Laika. Pero pese a ello, la primera víctima humana de un vuelo espacial fue un jarro de agua fría para la astronáutica.

 

El vuelo de la Soyuz 1, iniciado el 23 de abril de 1967, no se desarrolló con normalidad. La nave, con un único tripulante a bordo, Vladimir Komarov, sufrió diversos problemas técnicos, algunos preocupantes. A pesar de todo, un final feliz parecía ya seguro al día siguiente, cuando se completó con éxito buena parte de la operación de reentrada y descenso. Sin embargo, un fallo en el sistema de paracaídas impidió que la nave redujese su velocidad lo suficiente y como consecuencia de ello el vehículo se estrelló de manera catastrófica contra el suelo, acabando con la vida de Komarov, quien se convirtió así en el primer ser humano fallecido durante un viaje espacial, aunque no en el primero en morir en el espacio, ya que su muerte se produjo al llegar a la superficie terrestre.

 

Este y otros accidentes acabarían demostrando lo que ya se intuía: el despegue y el aterrizaje, incluyendo todo el proceso de atravesar la atmósfera terrestre, son las fases más arriesgadas de un viaje espacial. El espacio, aunque peligroso, es un escenario menos frecuente de accidentes mortales de astronautas que el medio aéreo; sin ir más lejos, Yuri Gagarin, el primer ser humano en viajar al espacio, falleció en un accidente de avión.

 

El trágico fin de los inquilinos de la primera estación espacial

 

En 1971, la Unión Soviética puso en órbita, sin nadie a bordo, la primera estación espacial de la historia, la Salyut 1. Esta recibió la visita de la nave Soyuz 10, pero sus tripulantes no lograron acceder al interior de la estación por problemas técnicos. Sí lo consiguieron los de la Soyuz 11, Georgi Dobrovolsky, Vladislav Volkov y Viktor Patsayev, quienes se convirtieron así en los primeros inquilinos de una estación orbital. Además, durante su estancia a bordo batieron el récord de permanencia en el espacio.

 

El 29 de junio de 1971, la Soyuz 11 se desacopló de la Salyut 1 e inició el vuelo de regreso a la Tierra. Al comenzar la operación de reentrada, una válvula de la cápsula de descenso resultó dañada y se produjo una fuga de aire en la cabina. Los tres cosmonautas, que no llevaban puesto ningún traje espacial, perecieron. El descenso se completó de forma automática y se descubrió la tragedia cuando el personal de la zona de aterrizaje abrió la cápsula.

 

Debido a que la muerte de los tres astronautas se produjo por encima de la altitud de 100 kilómetros sobre el nivel del mar, adoptada convencionalmente como la frontera espacial, Dobrovolsky, Volkov y Patsayev se convirtieron en los primeros seres humanos en fallecer en el espacio.

 

La catástrofe del Challenger: viajar al espacio nunca dejó de ser peligroso

 

Con el inicio en 1981 de los vuelos de un nuevo tipo de nave espacial, esencialmente reutilizable, equipada con alas, y capaz de aterrizar como un planeador, la astronáutica parecía haber entrado en una etapa de madurez que dejaba atrás los riesgos de las naves de antaño, de un solo uso y cuyo aterrizaje o amerizaje dependían del buen funcionamiento de paracaídas.

 

Uno de estos revolucionarios transbordadores espaciales estadounidenses, el Challenger, despegó el 28 de enero de 1986 con siete astronautas a bordo: Francis Scobee, Michael Smith, Judith Resnik, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis y Christa McAuliffe. Cuando la nave llevaba tan solo 73 segundos de vuelo, una fuga de uno de los dos aceleradores laterales produjo la ignición del gran tanque externo de combustible. La subsiguiente explosión destrozó la nave y arrancó la cabina con la tripulación. Esta cabina resistió bastante bien el estallido, protegiendo a los astronautas. Todo apunta a que la tripulación, o al menos parte de ella, se mantuvo consciente durante los casi 3 minutos en que la cabina estuvo todavía volando, y que Smith hizo un intento inútil de restablecer la energía eléctrica en ella. Ninguno de los tripulantes pudo sobrevivir cuando esta impactó contra el mar a más de 300 kilómetros por hora.

 

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La tripulación fallecida en el accidente del Challenger. (Crédito: NASA)

 

La destrucción del carismático Columbia: el inicio del fin de una era

 

El Columbia fue el primero de los transbordadores espaciales en volar al espacio y debido a ello era todo un símbolo del programa espacial estadounidense.

 

El 16 de enero de 2003, partió al espacio llevando a bordo a siete astronautas: Rick Husband, William McCool, Michael Anderson, David Brown, Laurel Clark, Ilan Ramon y Kalpana Chawla. Unos 82 segundos tras el despegue, se produjo un desprendimiento de material aislante del tanque externo de combustible, impactando contra el borde delantero del ala izquierda de la nave. En aquel momento no hubo consecuencias y la gravedad del desperfecto no se detectó. El 1 de febrero de 2003, cuando el Columbia efectuaba su reentrada a la atmósfera terrestre, el desperfecto impidió que el sistema de protección térmica funcionase debidamente. El calor generado por el intenso roce con el aire de la atmósfera comenzó a fundir el ala, la nave perdió estabilidad y acabó partida en pedazos que fueron cayendo a la superficie. Los astronautas murieron antes de llegar a tierra.

 

El accidente ensombreció la etapa final de la historia de los transbordadores espaciales estadounidenses, que dejaron de volar en 2011. Fue un duro golpe para el prestigio estadounidense en astronáutica tripulada. Durante bastantes años, las naves de la principal nación rival, Rusia (antes la URSS) habían sido tildadas de toscas y poco fiables en la cultura popular estadounidense, como por ejemplo en la película Armageddon (1998), dirigida por Michael Bay y protagonizada por Bruce Willis. Sin embargo, la dura realidad era ahora que Rusia no había perdido a nadie en un vuelo espacial desde 1971, mientras que Estados Unidos había perdido gente en 1986 y en 2003, con una cifra total de 14 fallecidos, frente a tan solo 4 en el caso de Rusia. (Fuente: NCYT Amazings/Jorge Munnshe)

 

 

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