Astronáutica
La historia del descubrimiento del cosmódromo de Plesetsk
Durante casi diez años, el mundo en general no fue consciente de la existencia del cosmódromo de Plesetsk, la zona de lanzamiento soviética del norte, base de misiles y futuro centro de despegue de cohetes espaciales. Su descubrimiento tendría unos protagonistas inesperados: un grupo de alumnos británicos que lograron la gesta de localizar su posición y de darla a conocer.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, los antaño aliados del conflicto bélico vieron separados sus caminos debido a una diferente visión política del mundo. El poderío militar mostrado por unos y otros durante la gran contienda incrementó su desconfianza y provocó el inicio de la carrera de armamentos.
Ante la disponibilidad de los ingenios nucleares, se hizo necesario desarrollar vehículos autónomos que permitieran su envío sobre el enemigo, y en esta tarea, la cohetería, en muchos aspectos heredada de las iniciativas alemanas de la guerra mundial, sería el principal candidato a tener en cuenta. Durante los años finales de la década de 1940 y principios de la de 1950, la Unión Soviética trazó un plan de desarrollo que primero trató de reproducir los logros de la V-2 alemana y que después se lanzó a producir sus propios misiles, cada vez más potentes.
Las misiones de ensayo de estos vehículos se efectuarían principalmente desde Kapustin Yar y posteriormente desde la base de Baikonur. En 1957, la URSS había desarrollado ya su gigantesco misil intercontinental, el R-7 (8K71), y empezaba a probarlo de forma sistemática. El objetivo era crear una serie de escuadrones de misiles que garantizasen la defensa del país y el ataque, cuando fuera necesario, del enemigo estadounidense.
Sin embargo, las estepas de Baikonur no eran el lugar perfecto desde el que lanzar misiles en dirección al continente americano. Las pruebas se habían realizado en dirección a Siberia y la península de Kamchatka, sobre zonas despobladas, pero la ruta más corta hacia los EE.UU. era aquella que sobrevolaba el polo norte. Por otro lado, los misiles tenían un alcance limitado, de modo que si había que buscar un lugar apropiado para establecer una base de lanzamiento, este tendría que encontrarse lo más al norte posible. Después de una búsqueda intensiva, y teniendo en cuenta factores como las comunicaciones (los misiles debían transportarse a través de vías férreas), las autoridades soviéticas optaron por elegir un punto inhóspito en la región de Arcángel, a unos 800 km al norte de Moscú. El lugar seleccionado estaría próximo a la localidad de Plesetsk, y en él acabaría estableciéndose la primera base operativa de lanzamiento de misiles intercontinentales R-7.
Esta zona, lógicamente, debería mantenerse en el más profundo de los secretos, de lo contrario se convertiría en un objetivo militar americano. Su construcción se inició en febrero de 1957 y se prolongaría varios meses. Los obreros tuvieron que sufrir el intenso frío de la región, que podía alcanzar varias decenas de grados bajo cero en invierno, pero pronto toda la infraestructura estuvo lista.
Los militares desplegaron sus primeros misiles intercontinentales en Plesetsk en diciembre de 1959, pero sus deseos de secretismo no se cumplieron del todo. Hacia principios de 1960, los responsables del espionaje estadounidense, dedicados a la tarea de identificar los posibles polígonos de lanzamiento de misiles soviéticos, ya sospechaban de Plesetsk y de Baikonur, y hacia ellos enviaron varias misiones con aviones U-2 de gran altitud, que trataron de fotografiarlos. Este fue precisamente uno de los objetivos de Francis Gary Powers, cuyo U-2 fue derribado sobre suelo ruso el 1 de mayo de 1960. Los EE.UU. tuvieron que suspender tales vuelos, pero el país ya disponía de un nuevo sistema para obtener información: los satélites espía de la serie Corona. En agosto de 1960, uno de estos vehículos captó imágenes de Plesetsk.
Mientras tanto, los soviéticos habían iniciado su propio y exitoso programa espacial. Durante varios años, todos sus lanzamientos se iniciaron desde Baikonur o desde Kapustin Yar, pero estos debían ser necesariamente dirigidos hacia órbitas poco inclinadas (ecuatoriales), dado que lo contrario hubiera obligado a los cohetes a sobrevolar zonas demasiado pobladas. Pero como las mejores órbitas para el espionaje desde el espacio eran aquellas que pasaban por encima de los polos, el gobierno decidió buscar una zona de despegue más adecuada. Tras una búsqueda compleja, se eligió a Plesetsk para esta tarea, y muy pronto se empezarían a lanzar satélites militares y de otros tipos desde sus instalaciones. El primero voló en marzo de 1966, un satélite de reconocimiento de la serie Zenit llamado Kosmos-112.
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Una vista actual de una zona de lanzamiento en Plesetsk. (Foto: Roskosmos)
Los estudiantes que localizaron el cosmódromo de Plesetsk
Para entonces, y debido a su secretismo, existían ya en el mundo diversos grupos que se dedicaban a estudiar las órbitas de los ingenios soviéticos para intentar averiguar su verdadera misión. Uno de ellos era el liderado por el británico Geoffrey Perry, un profesor de física de la escuela de Kettering, en Inglaterra, que quería que sus alumnos se implicaran en ciertos aspectos de la ingeniería y las matemáticas. Equipados con receptores de radio, analizaban las emisiones de los ingenios espaciales y determinaban sus trayectorias. Así que, de forma rutinaria, estudiaron el vuelo del Kosmos-112, y también el del Kosmos-114, lanzado el 6 de abril. Pronto se dieron cuenta de que la inclinación de su órbita era muy superior a la habitual, y sospecharon que habían sido lanzados desde un nuevo cosmódromo. El 14 de octubre, el ascenso del Kosmos-129 permitió a los jóvenes ingleses triangular un punto común de partida, y anunciaron al mundo que todos aquellos satélites habían salido desde un lugar del norte de Rusia. Convencidos del interés del descubrimiento, lo anunciaron el 3 de noviembre de 1966.
La noticia no fue reconocida por la URSS, y de hecho no confirmó la existencia de Plesetsk hasta 1983. Las autoridades americanas, por supuesto, ya conocían su posición gracias a sus vuelos espías, pero jamás habían detallado nada al respecto, lo que hubiera sido equivalente a reconocer que disponían de medios para efectuar tales comprobaciones. En la actualidad, se anuncian rutinariamente misiones espaciales desde el cosmódromo de Plesetsk.
Así pues, fue un grupo de escolares, algunos de los cuales con el tiempo continuarían con todavía mayor interés esta afición, el que reveló al resto del mundo el secreto mejor guardado de los militares soviéticos. Con la retirada de la labor docente de Perry, el grupo escolar dejó de existir en 1984, mientras que la escuela acabaría cerrando en 1993. Pero Perry aún mantendría estrechos lazos con personas de todo el mundo dedicadas a la observación de satélites, hasta su muerte en enero de 2000. Sus aportaciones en el ámbito de la historia de la astronáutica y militar continúan siendo recordadas por los especialistas. (Fuente: NCYT Amazings/Manel Montes)



