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Redacción
Lunes, 10 de Febrero de 2020
Aeronáutica

Los orígenes del primer avión que voló

En 2017 se cumplieron 150 años del nacimiento de Wilbur Wright, el mayor de los dos hermanos Wright, inventores del primer avión que logró volar de manera sostenida. La historia de ambos es un relato de genios tachados inicialmente de locos, de lo que pueden lograr unos visionarios nadando contra corriente cuando los impulsa la ciencia, de la influencia poco reconocida que sobre ellos ejerció su madre, dotada con una brillante habilidad para la mecánica, y de cómo instauraron los elementos básicos de diseño que aún hoy siguen empleándose en la construcción de aviones.

 

En realidad, Wilbur (nacido en 1867) y Orville Wright (nacido en 1871) tenían más hermanos, pero estos no compartían su afición por la mecánica, lo cual propició que se relacionasen mucho más entre ambos que con cualquier otro, con excepción de su hermana Katharine (nacida en 1874) que les ayudó en algunas de las facetas de su actividad, esencialmente administrativas y de relaciones públicas. Circularon rumores, desmentidos por el trío, de que ella había financiado los experimentos del primer avión, o que había cosido el revestimiento de las alas, o que había ayudado a Wilbur y Orville con las matemáticas necesarias para el diseño de la aeronave.

 

Una aportación técnica probablemente más importante, aunque también más indirecta y que ha recibido escaso reconocimiento público, es la de la madre, Susan Wright, apasionada de la mecánica y poseedora de un gran talento con la misma. Debido a la actividad laboral del padre de ella, Susan, desde muy joven, se familiarizó con el uso de herramientas y se aficionó a construir artefactos. Una vez casada, diseñó y fabricó muchos utensilios prácticos para su hogar, y hasta juguetes para sus hijos. En su niñez y adolescencia, Wilbur y Orville recurrían a su madre cada vez que necesitaban ayuda técnica o consejo en cuestiones de mecánica, a las cuales se dedicaban como hobby que acaparaba buena parte de su tiempo libre. De haber vivido lo suficiente, quien sabe si les habría ayudado a crear su avión, aunque en cierto modo ya lo hizo al despertar en ellos su vocación por la mecánica y los inventos.

 

Esta afición por la mecánica, así como por la ciencia y la tecnología en general, era evidente en ambos, aunque Orville encajaba mejor en el estereotipo del niño aspirante a inventor, desmontando aparatos para ver cómo estaban hechos y realizando todo tipo de experimentos.

 

Wilbur destacaba por su excelente memoria y por su sangre fría, era un voraz lector y se le daba muy bien expresarse por escrito y hablar en público. Tenía mucha confianza en sí mismo y además fue un notable atleta.

 

Orville era más impulsivo que su hermano, así como menos organizado, pero su entusiasmo al abordar los retos científicos, su curiosidad ilimitada, y su mente ágil e imaginativa, le daban un gran empuje para el trabajo técnico de vanguardia y para encontrar soluciones a problemas que parecían insalvables. Aunque la idea de construir un avión fue de Wilbur, Orville no tardó en apuntarse al desafío, y esas cualidades citadas le sirvieron para desencallar el proyecto ante obstáculos que amenazaron con hacerlo fracasar.

 

Proponerse construir el primer avión marcó además el colofón exitoso de un renacer de Wilbur como la persona tenaz y con madera de líder que había sido en la primera etapa de su vida. Dicha etapa terminó cuando sufrió un accidente y complicaciones de salud que le provocaron un hondo desánimo. El empeoramiento de la salud de su madre, enferma de tuberculosis, también contribuyó a su depresión. Wilbur se retiró de la vida social y cuidó durante varios años de su madre, que por su estado necesitaba asistencia constante. Se ocupó de ella hasta el final, que llegó en 1889. Se podría decir que en aquella época Wilbur había tocado fondo.

 

Orville fue esencial para que saliera de su aislamiento, al darle objetivos prácticos atractivos en los que poner a trabajar su mente, y el primero de varios retos tecnológicos, con los que él y Orville acumularían un bagaje técnico sin el cual probablemente no hubieran sido capaces de hacer volar el primer avión. Wilbur resurgiría de sus cenizas, por así decirlo, y llegaría a culminar junto a su hermano la proeza tecnológica que le haría pasar a la historia y que además le acabaría convirtiendo en un aviador de enorme fama, al nivel de la que tiene hoy una estrella del rock, en las ciudades donde ejecutaba sus demostraciones aéreas, y a la altura de otros pioneros.

 

Orville, fascinado por las imprentas desde que vio una por vez primera a raíz del trabajo de su padre con publicaciones, había puesto en marcha un negocio de impresión, y, con la ayuda de Wilbur, logró diseñar y construir una imprenta con más capacidad y mayor nivel profesional, con la cual pudo aceptar encargos de magnitud superior. Gracias a ello, los Wright se ocuparon de la impresión de algunos diarios locales y otras publicaciones hasta que años más tarde decidieron vender el negocio.

 

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Un momento del que se considera oficialmente como el primer vuelo sostenido de un avión, el de los hermanos Wright. El piloto fue Orville y corriendo a su lado puede verse a Wilbur. El mismo día, tras este vuelo, Wilbur y Orville hicieron otros, cada vez más largos, alternándose a los mandos del avión. (Crédito: Wikimedia Commons/John T. Daniels)

 

Negocio esencial para el primer avión

 

Entretanto, otro negocio familiar, dedicado a la comercialización de bicicletas, que en aquella época experimentaron un notable proceso de modernización, y una rápida implantación allí en Estados Unidos, les permitió profundizar en la mecánica de estos vehículos, y hacer algunos inventos para mejorarlos. Estos se materializaron en el primer modelo de bicicleta de diseño propio, y así, fabricando sus propias bicicletas, el modesto negocio de los hermanos Wright prosperó.

 

La experiencia que acumularon en mecánica vanguardista de bicicletas fue crucial para abordar el más ambicioso de todos sus proyectos: fabricar el primer avión.

 

Los intentos previos que se habían realizado hasta entonces se topaban con tres desafíos principales: la propulsión, la aerodinámica (el conjunto de superficies sustentadoras o alas) y el sistema para controlar el vuelo.

 

Los hermanos Wright identificaron como el más peliagudo el sistema de control. Un avión podía estrellarse de inmediato si no maniobraba como debía. Resolver los otros dos no fue tan importante, históricamente, como su solución técnica para lograr un avión cuyo vuelo se pudiera controlar, haciendo así que resultase lo más estable posible. Su mentalidad de ingenieros de bicicletas resultó la idónea por las muchas similitudes clave entre ambos vehículos. Tanto el avión como la bicicleta carecen de estabilidad sin la velocidad suficiente; la bicicleta se cae hacia un lado o el otro, y el avión pierde su sustentación y se estrella. Esa limitación en la estabilidad hace también que para que una bicicleta funcione sin caerse, la persona que la usa deba estar lo suficientemente entrenada. Los hermanos Wright tuvieron muy en cuenta esto con respecto al avión y realizaron numerosos vuelos en planeadores para ganar la experiencia necesaria como pilotos.

 

Y, finalmente, aunando su pericia como inventores con su destreza como pilotos, el 17 de diciembre de 1903 inauguraron una nueva era de la aeronáutica con el primer vuelo sostenido de la historia efectuado por una máquina propulsada más pesada que el aire: el avión. (Fuente: NCYT Amazings/Jorge Munnshe)

 

 

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