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Redacción
Viernes, 14 de Febrero de 2020
Ingeniería

España y los inicios del submarino, un relato de pioneros incomprendidos

Pocos años antes y pocos después de la publicación de la famosa novela "Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne, ejemplo de ciencia-ficción convertida en realidad en lo esencial, una reducida serie de visionarios en el mundo, entre ellos varios españoles, trabajaba en la creación de submarinos que pudieran ser verdaderamente prácticos.

 

Antes de esa época, ya se habían ideado e incluso probado artefactos capaces de sumergirse bajo el agua con personas en su interior e impedir que se ahogasen. Se sabe de diseños que se remontan al siglo XVI, y de primitivos submarinos, o precursores del mismo, probados con éxito en inmersiones breves tan atrás como el siglo XVII, incluyendo el de Cornelius Drebbel. E incluso, si añadimos los dispositivos precursores de las escafandras de buceo, las referencias abarcan hasta muchos siglos antes, incluyendo entre los buceadores más antiguos al propio Alejandro Magno (siglo IV a. C.), según se cuenta. Ya en el siglo XVIII, cabe destacar al sumergible monoplaza del estadounidense David Bushnell, que ya utilizaba hélices para la propulsión. Justo al empezar el siglo XIX, efectuó sus primeras pruebas el Nautilus, submarino desarrollado por el estadounidense Robert Fulton, un pionero de los barcos a vapor y de los torpedos.

 

Entre los españoles que crearon precursores de los submarinos o de los pertrechos de buceo, destaca Jerónimo de Ayanz. Su equipo de buceo se probó con éxito en 1602 en el río Pisuerga. Además diseñó un primitivo submarino. También cabe citar a un tal Cervó, que en 1831 falleció en el puerto de Barcelona durante una inmersión con su vehículo, una esfera de madera de 1,60 metros de diámetro.

 

Narciso Monturiol

 

Uno de los principales pioneros españoles incomprendidos del submarino fue Narciso (Narcís) Monturiol (1819-1885). Hombre polifacético, tuvo una importante y agitada faceta política, trabajó como impresor, periodista y editor, y fue inventor en campos muy variados, ideando, por ejemplo, desde una máquina para hacer cigarrillos, hasta un proceso para fabricar jabón en frío, pasando por una máquina para copiar textos o dibujos realizados a mano, un sistema para conservar carne y un adhesivo líquido para madera.

 

En 1856 se interesó por la navegación submarina y comenzó a trabajar, ayudado por un equipo de técnicos, en su primer submarino, el Ictíneo I, con 7 metros de eslora. En el diseño se adoptaron algunas soluciones ingeniosas para varios aspectos de la inmersión y la navegación. La propulsión se obtenía mediante una hélice trasera, que debía ser accionada desde el interior del submarino por tres o cuatro tripulantes. En 1859, este realizó sus primeras inmersiones en aguas de Barcelona, siendo Monturiol miembro de la primera tripulación. Dos años después, realizó una importante demostración ante autoridades gubernamentales, incluyendo ministros, y también esgrimió el valor táctico de los submarinos para operaciones navales militares, pero no logró apoyo financiero para seguir construyendo submarinos, ni siquiera en versiones militares.

 

No se desanimó y, logrando financiación privada, construyó el Ictíneo II, con 14 metros de eslora y más avanzado técnicamente que su predecesor. Su propulsión ya no dependía de la fuerza física de los tripulantes sino que se energizaba mediante un motor especial a vapor, cuya fuente química generaba el calor necesario pero no liberaba humos tóxicos. Esta y otras importantes mejoras técnicas representaron un enorme avance desde el Ictíneo I. Por desgracia, cuando la financiación ya no dio más de sí, y los acreedores comenzaron a exigir el pago de las deudas sin que el nuevo submarino hubiera generado rendimientos económicos que permitieran seguir avanzando, se truncó un prometedor camino. El Ictíneo II acabó subastado y desmantelado. La aventura de Monturiol de crear submarinos terminó definitivamente. De haber tenido el apoyo económico necesario, quizá podría haber acabado desarrollando un modelo mucho más práctico que los dos primeros.

 

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Réplica del submarino Ictíneo I. (Crédito: Wikipedia Commons/Till F. Teenck/Licencia CC BY-SA 2.5)

 

Isaac Peral

 

A Isaac Peral (1851-1895) se le puede considerar uno de los padres del submarino en su forma básica definitiva, tal como la conocemos hoy en día. Algunas de las prestaciones técnicas con las que dotó al submarino diseñado por él, con 22 metros de eslora y botado en 1888, tardarían en ser comunes en los submarinos del mundo. Una novedad notable fue su propulsión, que era eléctrica.

 

Militar de carrera, orientó la utilidad del submarino a operaciones tácticas en el marco del combate naval, logrando así la financiación necesaria de la Armada Española, para la que construyó el innovador vehículo.

 

La inusual juventud del inventor, que apenas pasaba de los treinta años al inicio del proyecto y que vio antes de los cuarenta funcionar con éxito su atrevida máquina, nos dice mucho de su carácter de genio científico. Peral tenía todo para darle a España una flota pionera de submarinos operativos y prácticos. Sin embargo, una serie de intrigas, incluyendo sabotajes y una campaña poniendo en entredicho la utilidad del submarino y buscando desprestigiar a su creador, impidieron que su vehículo fuese adoptado por la Armada. El innovador sumergible fue parcialmente desmantelado por orden de las autoridades. De haber recibido el apoyo institucional que merecía, podría haber tenido un amplio uso práctico.

 

Peral abandonó el ejército y prosiguió, ahora ya desde el ámbito civil, su carrera como inventor en el floreciente sector de la electrotecnia, creando, entre otras cosas, un nuevo tipo de acumulador eléctrico que patentó y comercializó. Su precocidad como inventor, su brillante labor en el sector de la electrotecnia y su carrera militar previa son tres rasgos compartidos por otro grande del sector eléctrico, Werner von Siemens, razón por la cual no faltan quienes le califican, en algunos aspectos, como el Siemens español. Por desgracia, a diferencia de este, no pudo desarrollar todo su potencial ya que problemas de salud y complicaciones de una operación quirúrgica acabaron con su vida cuando le faltaban unos días para cumplir cuarenta y cuatro años de edad. De haber vivido lo suficiente, no podemos imaginar qué logros tecnológicos habría alcanzado.

 

Cosme García Sáez

 

Aún más incomprendido fue Cosme García Sáez (1818-1874), que ni siquiera tiene la fama de Monturiol y Peral pese a probar su submarino antes que ellos. García Sáez fue un reputado impresor pero también un inventor polifacético, patentando desde una imprenta portátil hasta un nuevo tipo de fusil, pasando por una máquina de timbrar. Esta última fue adoptada por el servicio de correos como máquina de franquear cartas, fabricándose numerosas unidades y estando en uso durante más de veinte años. Este invento resultó una buena fuente de ingresos económicos para García Sáez, ayudándole a financiar el diseño y construcción de su submarino.

 

Su modelo, de metal en vez de madera, tenía capacidad para dos tripulantes. En 1858, un año antes que el Ictíneo 1 de Monturiol, el submarino de García Sáez realizó su primera inmersión, también en aguas de Barcelona. Aunque el trabajo posterior de diseño de Monturiol aventajó en bastantes aspectos al de García Sáez, este también superó en algunas cuestiones técnicas al primero. Si en vez de competir uno contra otro hubiesen colaborado en un diseño conjunto, el submarino resultante habría sido soberbio, teniendo como única limitación seria la propulsión, algo inevitable en aquella época.

 

García Sáez creó dos modelos de su submarino, y aunque las autoridades gubernamentales españolas y hasta las francesas se interesaron por la posibilidad de comprar unidades, al final la cosa quedó en nada. García Sáez había gastado buena parte de sus ahorros en la aventura del submarino, y esto, unido a los resultados ruinosos de su labor posterior como inventor, hicieron de los últimos años de su vida una dura etapa de penurias económicas, rozando la miseria. Falleció poco antes de cumplir los cincuenta y seis años de edad. (Fuente: NCYT Amazings/Jorge Munnshe)

 

 

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