Psicología
El efecto subliminal de relacionar la dureza con lo masculino y la suavidad con lo femenino
Los estereotipos de género sugieren que los hombres tienden a ser rudos mientras que las mujeres acostumbran a ser delicadas. Un nuevo estudio ha explorado la influencia subliminal de las sensaciones táctiles descritas por esos adjetivos, en decisiones relativas al género.
Algunos estudios ya han desvelado relaciones subliminales entre conceptos abstractos y percepciones físicas. Por ejemplo, vinculamos el peso con lo importante, como ilustran las expresiones "una razón de peso", "una opinión de peso", y otras. Y ello deriva de una percepción inconsciente de que las cosas con más peso físico son más importantes que las livianas. Un estudio de 2009 a cargo del equipo de Nils Jostmann de la Universidad de Ámsterdam, sobre el que ya informamos en NCYT de Amazings, demostró que el peso físico influye en la importancia que le damos a un objeto, y por ende trasladamos esa impresión a áreas más abstractas. La razón es fácil de entender: los objetos pesados requieren más energía para moverlos, y pueden causarnos más daño si los movemos descuidadamente. Así, aprendemos a una edad temprana a pensar más y planificar mejor cuando nos enfrentamos a cosas más pesadas. En una serie de experimentos de aquel estudio, un grupo de voluntarios sostuvo tablillas sujetapapeles, algunas pesadas y otras ligeras. Mientras lo hacían, las personas que sostenían las tablillas más pesadas le atribuyeron más valor a las divisas extranjeras que debían evaluar, y también más importancia a un asunto de justicia.
Ahora, Michael Slepian de la Universidad Tufts, y sus colegas, han explorado dos relaciones análogas, la de la dureza con lo masculino, y la de la suavidad con lo femenino.
En un experimento, a los sujetos de estudio se les hizo sujetar una bola dura o blanda, que debían apretar continuamente mientras miraban imágenes de rostros en una pantalla. Cada rostro había sido preparado de modo que tuviera un aspecto neutral con respecto al género, así que no era masculino ni femenino. Los voluntarios tuvieron que clasificar cada rostro como femenino o masculino.
Las personas que apretaron la bola blanda fueron más propensas a determinar que los rostros eran femeninos, mientras que las que apretaron la bola dura fueron más propensas a decidir que eran masculinos.
También se encontraron los mismos efectos en un segundo experimento en el que los voluntarios escribieron sus respuestas en un folio con papel carbón por debajo. A algunos de los sujetos se les pidió que presionaran duro al escribir, para así hacer dos copias, y a otros se les pidió que presionaran con suavidad al escribir, para que el papel carbón pudiera ser reutilizado. Las personas que estaban presionando duro fueron más propensas a clasificar los rostros como masculinos, mientras que quienes escribían presionando poco fueron más propensos a clasificarlos como femeninos.
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