Psicología
Vejez, soledad y robots sexuales
El actual mercado de los robots sexuales en países como Estados Unidos está orientado a satisfacer las necesidades de varones heterosexuales jóvenes y sanos, una población que tal vez sea la menos necesitada de esa asistencia, y al mismo tiempo pasa por alto un amplio sector de clientes potenciales para quienes probablemente sea más justo reservar tales robots: las personas de edad avanzada. Esta es la conclusión, que seguramente despertará controversias, de un estudio reciente sobre el ya de por sí polémico tema de los robots sexuales.
En su estudio, Nancy Jecker, profesora de bioética y humanidades de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en la ciudad estadounidense de Seattle, argumenta que muchas de las personas con más de 65 años de edad que están socialmente aisladas y cuyo estado de ánimo se ha visto afectado negativamente por la soledad, valorarían muy bien la compañía de un robot y también su capacidad para proporcionar placer sexual.
Jecker tiene muy en cuenta un estudio de 2007 sobre estadounidenses de la tercera edad que mostró que más de la mitad (53%) de las personas de entre 65 y 74 años de edad eran sexualmente activas, así como más de una cuarta parte (26%) de las personas de entre 75 y 85 años de edad. Aun así, el sexo en la tercera edad a menudo se deja de lado por los profesionales de la salud y es ridiculizado y estigmatizado por la sociedad en general, tal como señala Jecker. "Teniendo en cuenta la actitud llena de prejuicios hacia la sexualidad en la vejez, no debería sorprender que los robots sexuales no suelan ser orientados a personas mayores con discapacidades”.
"Tenemos hacia las personas de la tercera edad actitudes discriminatorias por motivos de edad y las tratamos guiándonos por estereotipos negativos. Damos por hecho que son demasiado viejos para permitirse el sexo y pensamos que las personas mayores que tienen interés en el sexo son raras o sucias", razona Jecker. "Tenemos actitudes similares hacia las personas con discapacidades; la mayoría de las investigaciones sobre bienestar se han centrado en protegerlas de los depredadores sexuales sin discapacidad, sin tener en cuenta sus necesidades y deseos sexuales como seres humanos".
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Nancy Jecker. (Foto: cortesía de Nancy Jecker)
Jecker argumenta que bastantes culturas tienden a ver el sexo de manera estrecha de miras, solo como una expresión de lujuria, y dan por hecho que las personas mayores de 65 años, que sufren más enfermedades crónicas y un mayor grado de discapacidad, pierden el deseo de afecto físico. Esto es evidente en las decenas de inventos dirigidos a los ancianos, que se centran en la vigilancia de su salud y en aliviar sus dificultades físicas para moverse por casa mientras ignoran sus necesidades sociales y emocionales.
La función sexual, sostiene Jecker, es un valor humano esencial, vinculado a la integridad corporal y emocional. Jecker argumenta que la identidad sexual puede proporcionar una base para el respeto a uno mismo, no solo para la satisfacción física. (Fuente: NCYT de Amazings)



