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Redacción
Martes, 26 de Enero de 2021
Agricultura

Luz como alternativa a fungicidas químicos contra el hongo de la podredumbre gris

El hongo responsable de la “podredumbre gris” afecta a las frutillas (fresas), y también al tomate, la vid y alrededor de otras 200 especies vegetales. Un estudio de laboratorio, sienta las bases para combatir el hongo mediante un método de bajo costo y amigable con el ambiente.

 

En pruebas de laboratorio, un equipo de investigación argentino logró inactivar con pulsos de luz un hongo en muestras de frutillas. Se trata de Botrytis cinerea, el patógeno responsable de la “podredumbre gris”: una enfermedad que causa pérdidas millonarias al dañar la producción de ese fruto y de otras 200 especies vegetales, incluyendo las vides, las naranjas y los tomates.

 

“Nuestro avance demuestra que es posible desarrollar alternativas ecológicas a los fungicidas sintéticos, cuyo empleo habitual puede provocar el desarrollo de resistencia y acarrea riesgo potencial para la salud humana y el ambiente”, afirmó Silvia Raffellini, una de las directoras del estudio y profesora asociada e investigadora del Departamento de Tecnología de la Universidad Nacional de Luján.

 

Raffellini y sus colegas se centraron en el estudio de la aplicación de agentes de conservación relativamente nuevos o alternativos para la descontaminación superficial de frutas frescas y mínimamente procesadas, incluyendo pulsos de luz, ozono y agentes antimicrobianos naturales.

 

En este marco, el equipo de investigación observó que tratando Botrytis cinerea con pulsaciones de luz, en solo 40 segundos la población microbiana se redujo en un 99,97%. “Y cuando estos tratamientos se aplicaron a frutillas contaminadas, logramos reducir y retrasar significativamente la incidencia del deterioro producido por el patógeno”, señaló la doctora Paula Luisina Gómez, también directora del estudio e investigadora adjunta del CONICET en el Departamento de Industrias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

 

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La foto de archivo muestra, de izquierda a derecha, a: Paula Gómez, Stella Alzamora, Eunice Contigiani, Angela Romero Bernal y Silvia Raffellini, en la entrada del Departamento de Industrias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. (Foto: Agencia CyTA-Leloir).

 

La técnica empleada por el equipo de investigación se basa en pulsos de luz de alta intensidad de longitudes de onda entre los 200 y 1100 nanómetros, abarcando los segmentos ultravioleta, visible e infrarrojo cercano del espectro electromagnético y muy corta duración (tres pulsos por segundo).

 

“Estos pulsos de luz de alta intensidad son los que provocan la inactivación de los microorganismos, lo que podría deberse a efectos fototérmicos y/o fotoquímicos, como por ejemplo, daños reversibles en ácidos nucleicos y también daños estructurales en las células del hongo”, afirmó Raffellini, también integrante como investigadora externa del grupo de trabajo de Tecnologías Emergentes del Departamento de Industrias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que funciona en el marco del Instituto de Tecnología de Alimentos y Procesos Químicos (ITAPROQ) de la UBA y del  CONICET.

 

Las principales ventajas del método son la rapidez del tratamiento y que no deja residuos químicos que pueden afectar al consumidor o al ambiente, subrayó Raffellini. Y agregó que “el costo energético de la técnica no es elevado, es de fácil instalación en líneas de procesamiento o de empaque, y es adaptable a distintas escalas de trabajo, desde el laboratorio hasta equipos de producción”.

 

De todos modos, advierte la científica, aún se requiere de investigaciones de naturaleza básica y tecnológica para optimizar la aplicación de la tecnología lumínica y “llevarlo a la escala de producción necesaria para su transferencia al mercado, así como también tener en cuenta otros factores de conservación combinados para aumentar la acción del tratamiento lumínico”.

 

Del trabajo, publicado en “International Journal of Food Microbiology”, también participaron otros miembros del CONICET: Angela Romero Bernal y Eunice Contigiani (primeras autoras del estudio), Stella Maris Alzamora (investigadora superior contratada) y Héctor Lucas González (profesional de apoyo). (Fuente: Agencia CyTA-Leloir)

 

 

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