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Redacción
Miércoles, 12 de Mayo de 2021
Astronáutica

Los “murmullos” que capta la Voyager 1 en su viaje interestelar

La Voyager 1, una de las dos naves de la NASA del mismo modelo lanzadas hace 44 años al espacio y que ahora es el objeto de fabricación humana más lejano (está a casi 1 día-luz de la Tierra), todavía funciona y sigue avanzando en su travesía cósmica sin retorno. Sus detectores están aportando datos reveladores sobre el medio interestelar. Recientemente, unos científicos han realizado un análisis de los “murmullos” que ha estado captando en los últimos tiempos.

 

La nave hace tiempo que cruzó el límite del sistema solar a través de la heliopausa (la frontera del sistema solar con el espacio interestelar) y se adentró en el medio interestelar. Sus instrumentos han estado detectando el “zumbido” constante del gas interestelar (ondas de plasma), según un análisis llevado a cabo por el equipo de Stella Koch Ocker, de la Universidad Cornell en Estados Unidos

 

Examinando los datos que envía la Voyager 1, Ocker y sus colegas han reconocido la emisión correspondiente a ese gas interestelar. "Es muy débil y monótona, porque se encuentra en un estrecho ancho de banda de frecuencias", explica Ocker. "Estamos detectando el tenue y persistente zumbido del gas interestelar".

 

Los resultados del análisis aportan datos nuevos y reveladores sobre cómo el medio interestelar interactúa con el viento solar y cómo la heliosfera, esa burbuja protectora que acoge en su interior al sistema solar, es moldeada y modificada por el entorno interestelar.

 

Tras partir de la Tierra en septiembre de 1977, la nave Voyager 1 pasó por Júpiter en 1979 y por Saturno en 1980. Viajando a unos 60.000 kilómetros por hora, la Voyager 1 cruzó la heliopausa y alcanzó el espacio interestelar el 25 de agosto de 2012.

 

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La Voyager 1 llegó al espacio interestelar en 2012. (Ilustración: NASA JPL / Caltech)

 

Tras entrar en el espacio interestelar, los instrumentos de la nave captaron lecturas extrañas que acabaron delatando que ya no se encontraba dentro de la heliosfera sino fuera de ella. Por supuesto, el Sol aún no está tan lejos de la nave como para que esta no pueda captar de vez en cuando erupciones provenientes del Sol, pero entre estos “chasquidos” fuertes, los investigadores han descubierto un “murmullo” débil aunque constante y persistente, producido por el medio interestelar.

 

"El medio interestelar es como una lluvia suave", explica James Cordes, profesor de astronomía en la Universidad Cornell y coautor del nuevo análisis. "Cuando se produce un estallido solar, es como detectar un relámpago, y luego vuelve a captarse solo esa lluvia suave".

 

Ocker cree que hay más actividad de bajo nivel en el gas interestelar de lo que los científicos pensaban anteriormente. Ello debería permitir a los investigadores rastrear la distribución espacial del plasma, al menos cuando no está siendo perturbado por las erupciones solares.

 

Tanto la Voyager 1 como la 2 fueron preparadas para su hipotético encuentro con una civilización alienígena. Actuando como embajadoras cósmicas de la humanidad, llevan información sobre la especie humana y nuestro mundo, a modo de mensaje de paz. La información fue preparada lo mejor posible para que pueda ser descifrada por hipotéticas formas de vida inteligentes con las que las sondas se encuentren en su largo viaje a través de la galaxia. Ese encuentro, si llegase a ocurrir, sería en un futuro muy distante, puesto que estas dos naves tardarán por lo menos unos 40.000 años en pasar relativamente cerca de otra estrella.

 

La Voyager 1 tiene casi 70 kilobytes de memoria de ordenador y (al principio de la misión) una velocidad de transmisión de datos de 21 kilobits por segundo. Debido a la gran distancia que separa la nave de nuestro planeta, la velocidad de comunicación se ha reducido desde entonces a 160 bits por segundo. En cuanto a la energía invertida en comunicarse con la Tierra desde tan lejos, para enviar una señal a la Tierra, la nave emplea 22 vatios. Como es previsible, la señal experimenta una merma considerable de potencia durante su viaje, pero la extraordinaria sensibilidad de las antenas empleadas en la Tierra para comunicarse con la nave permite captar las señales. Sus emisiones a nuestro mundo y las enviadas desde aquí a ella tardan 21 horas en recorrer la distancia entre la nave y la Tierra.

 

El nuevo análisis, titulado “Persistent plasma waves in interstellar space detected by Voyager 1”, se ha publicado en la revista académica Nature Astronomy. (Fuente: NCYT de Amazings)

 

 

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