Psicología
¿Por qué vemos caras humanas en cosas que no lo son?
Desde una inmensa esfinge en forma de cara humana en Marte hasta el rostro de un personaje histórico en una tostada, son muchos los casos en los que un objeto inanimado parece tener facciones humanas. Durante mucho tiempo, la ciencia no ha logrado aclarar qué hace exactamente el cerebro humano cuando procesa las señales visuales y las interpreta como representaciones del rostro humano.
El equipo de David Alais, de la Universidad de Sídney en Australia, ha llevado a cabo una investigación al respecto cuyos resultados aportan una explicación para esta tendencia tan humana.
Los autores del estudio han comprobado que los procesos cognitivos que detectan conjuntos de rasgos parecidos a facciones de un rostro son los mismos que procesan caras reales de personas cuando, por ejemplo, estamos pensando si conocemos de algo a esa persona o nunca antes la habíamos visto. El cerebro también aplica a las caras imaginarias los mismos procesos de evaluación rápida que emplea en rostros reales para detectar emociones, como por ejemplo para saber de inmediato si la persona está de buen humor o por el contrario está enfadada.
Nuestra necesidad atávica de juzgar rápidamente a alguien que se nos acerca para determinar si es amigo o enemigo ha producido un intrigante efecto secundario evolutivo.
Desde un punto de vista evolutivo, parece que el beneficio de procesar rápidamente un rostro supera con creces los errores de ver objetos inanimados como caras, tal como afirma Alais. El beneficio de detectar las caras con rapidez es grande, pero para lograr esa velocidad el sistema debe evitar análisis sofisticados y en vez de eso recurrir a usar una plantilla rudimentaria de dos ojos sobre una nariz y una boca. Muchos objetos pueden cumplir con los requisitos de esa plantilla y, por tanto, desencadenar una respuesta de detección y evaluación de rostros.
Esta respuesta de reconocimiento facial se produce en el cerebro con una rapidez asombrosa: en solo unos cientos de milisegundos.
Ver rostros en los objetos cotidianos es un fenómeno mental muy común. (Fotos: University of Sydney)
Sabemos que esos objetos con cierto parecido a rostros no son verdaderas caras, pero la percepción asociada a mirar un rostro persiste. Terminamos experimentando algo extraño: una sensación de que el objeto es tanto una cara como un objeto. Dos cosas a la vez. La primera impresión de que estamos viendo un rostro no desaparece cuando surge la constatación de que estamos ante un objeto.
Este error se conoce como "pareidolia facial". Es un hecho tan común que aceptamos como "normal" la noción de detectar caras en los objetos, pero los humanos no experimentamos este proceso cognitivo con la misma intensidad para otros fenómenos.
El cerebro ha desarrollado mecanismos neurales especializados para detectar rápidamente las caras y aprovecha la estructura facial común como atajo para la detección rápida.
“Los rostros de la pareidolia no son descartados por el cerebro como falsas detecciones, sino que se someten al análisis sobre la expresión facial que ostentan, del mismo modo que el cerebro hace con los rostros reales", explica Alais.
No solo imaginamos las caras, sino que las analizamos y les damos atributos emocionales.
En el estudio se examinó si una vez que por efecto de la pareidolia el cerebro detecta una cara, analiza posteriormente su expresión facial o descarta el supuesto rostro del procesamiento de caras considerándolo una falsa detección. Los resultados de la investigación indican que una vez que una cara falsa capta la atención del cerebro, es analizada por su expresión facial del mismo modo que una cara real, aunque la persona tenga claro en todo momento que no es un rostro real ni tan siquiera un dibujo intencionado de una cara.
El estudio se titula “A shared mechanism for facial expression in human faces and face pareidolia”. Y se ha publicado en la revista académica Proceedings of the Royal Society B. (Fuente: NCYT de Amazings)