Genética
¿Un gen universal para la conducta social innata?
Se sabe poco sobre cómo se forja el comportamiento social en las primeras etapas de la vida. Pero la mayoría de los animales, incluido el ser humano, nacemos con una capacidad innata para interactuar socialmente o formar vínculos con nuestros semejantes. Y eso contribuye a nuestro éxito a lo largo de la vida.
Ahora, un nuevo estudio en peces y ratones revela los entresijos de un gen que es importante para el desarrollo temprano de los comportamientos sociales básicos.
Los resultados de esta investigación también sugieren que la exposición a ciertas sustancias y factores de riesgo ambiental durante el desarrollo embrionario puede provocar cambios en este gen, dando lugar a alteraciones en el comportamiento social que son similares a las encontradas en individuos que padecen autismo.
Para su sorpresa, el equipo de Randall T. Peterson, de la Universidad de Utah en Estados Unidos, también ha comprobado que en los animales investigados es posible revertir algunos de los efectos negativos utilizando un fármaco experimental.
Los resultados del estudio brindan la oportunidad de encontrar un tratamiento capaz de restaurar la sociabilidad normal en humanos desprovistos de ella, como es el caso de los pacientes de autismo.
En líneas generales, Peterson y sus colegas han descubierto que, aparentemente, el gen Top2a controla una amplia red de genes cuyo funcionamiento indebido incrementa el riesgo de sufrir autismo.
![[Img #67512]](https://noticiasdelaciencia.com/upload/images/12_2022/4834_un-gen-universal-para-la-conducta-social.jpg)
Randall Peterson en un laboratorio. (Foto: Jen Pilgreen / University of Utah Health)
Se sospecha que muchos rasgos sociales se determinan en el individuo antes de su nacimiento. Pero se ha venido arrastrando un gran desconocimiento acerca de los mecanismos precisos implicados en este proceso. Un prometedor campo de investigación sugiere que el comportamiento social y otros rasgos de conducta están influidos no solo por nuestra composición genética, sino también por cómo y dónde vivimos.
Para comprobar esta hipótesis, los autores del estudio evaluaron si las exposiciones ambientales durante el desarrollo embrionario podían influir en el comportamiento social. Peterson y sus colegas expusieron embriones de pez cebra a más de 1.100 fármacos conocidos (un fármaco por cada 20 embriones) durante 72 horas a partir de tres días después de la concepción.
Los investigadores encontraron que 4 de los 1.120 fármacos probados reducían significativamente la sociabilidad entre los peces cebra. Los peces expuestos a estos fármacos eran menos propensos a interactuar con otros peces. Resultó que los cuatro medicamentos pertenecían a la misma clase de antibióticos, llamados fluoroquinolonas. Estos fármacos se utilizan para tratar infecciones del tracto respiratorio superior e inferior en las personas.
Cuando los científicos administraron un fármaco similar a ratonas preñadas, las crías se comportaron de forma diferente cuando se hicieron adultas. Aunque parecían normales, se comunicaban menos con otros ratones y realizaban más actos repetitivos (como meter repetidamente la cabeza en el mismo agujero) en comparación con sus congéneres a quienes no se aplicó el fármaco.
Profundizando más, los investigadores descubrieron que esos fármacos que reducían la sociabilidad actuaban concretamente en el gen Top2a, el cual tiene una notable influencia sobre un conjunto de genes cuyo funcionamiento indebido interviene en el autismo de los humanos.
Para determinar si los comportamientos antisociales podrían revertirse, el equipo de investigación administró a peces cebra embrionarios y también a otros ya nacidos pero todavía muy jóvenes un fármaco experimental llamado UNC1999. Tras el tratamiento con el fármaco, los peces expuestos a las fluoroquinolonas eran más propensos a nadar más cerca de otros peces, lo que demostraba que el fármaco ayudaba a restablecer su sociabilidad normal.
El estudio se titula “Top2a promotes the development of social behavior via PRC2 and H3K27me3”. Y se ha publicado en la revista académica Science Advances. (Fuente: NCYT de Amazings)



