Astronomía
¿Qué ha protegido de su destrucción al planeta 8 Ursae Minoris b?
La astronomía tiene ante sí un enigma difícil de explicar. Existe a unos 530 años-luz de distancia un planeta que no fue tragado ni tan siquiera perturbado orbitalmente por su estrella en fase de expansión destructiva, pese a hallarse dentro del radio de aniquilación. Se salvó de ser engullido y además mantiene una órbita estable, casi perfectamente circular, en torno a su estrella. Quizá algo impidió la destrucción y la perturbación orbital de este planeta. O tal vez lo que sucedió aquí fue mucho más exótico que la fase de gigante roja de una estrella.
Cuando estrellas como nuestro Sol se acercan al final de su vida, empiezan a agotar su combustible nuclear. Se convierten en gigantes rojas y alcanzan su tamaño máximo, tragándose los planetas cercanos, para luego volver a encogerse y finalmente cesar en su actividad como estrella.
La estrella moribunda a cuyo alrededor gira el enigmático planeta descrito tuvo que expandirse hasta 0,7 unidades astronómicas. En cambio, el planeta se halla a solo 0,5 unidades astronómicas. (Una unidad astronómica es la distancia que separa a la Tierra del Sol).
El misterio ha sido investigado por el equipo de Marc Hon, de la Universidad de Hawái, Estados Unidos.
La anómala situación de 8 Ursae Minoris b ha sido observada por el satélite astronómico TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) de la NASA. En la investigación también ha intervenido el Observatorio Astronómico W. M. Keck, en Hawái.
Que algo haya protegido a ese planeta de su aniquilación es una posibilidad difícil de aceptar. Como también lo son, aunque quizá menos, las dos explicaciones alternativas que han discurrido Hon y sus colegas: el planeta es el superviviente de una fusión entre dos estrellas, o bien se formó a partir de los escombros dejados por esa fusión entre estrellas.
El primero de esos dos escenarios alternativos comienza con dos estrellas del tamaño de nuestro Sol orbitándose de cerca la una a la otra y con el planeta en órbita. Con el paso del tiempo, una de las estrellas evoluciona un poco más deprisa que la otra, entrando en su fase de gigante roja, desprendiéndose de sus capas exteriores y finalmente convirtiéndose en una enana blanca, un astro que ha dejado de ser una estrella por cesar en él las reacciones nucleares que definen a las estrellas. En la fase de enana blanca, la estrella se encoge hasta el diámetro de un planeta modesto pero todavía conserva mucha masa. En este primer escenario alternativo, cuando la otra estrella inicia su fase de gigante roja, se provoca una situación que conduce a que ambas estrellas colisionen y se fusionen en una sola. El producto de esa colisión es la gigante roja que vemos hoy. Esta fusión entre estrellas detiene la expansión de la gigante roja y evita la destrucción del planeta en órbita.
En el segundo escenario, la violenta fusión de las dos estrellas expulsa abundante polvo y gas, que forman un disco alrededor de la gigante roja restante. Este disco "protoplanetario" proporciona la materia prima para la formación de un nuevo planeta. Se trata de una especie de segunda vida tardía para un sistema planetario, aunque la estrella ya esté cerca de su fin.
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Recreación artística del planeta 8 Ursae Minoris b en medio de un anillo de escombros formados a raíz de la fusión violenta entre dos estrellas, una de las hipótesis propuestas para explicar por qué existe ese planeta en un lugar donde ello es aparentemente imposible. (Imagen: W. M. Keck Observatory / Adam Makarenko)
El estudio se titula “A close-in giant planet escapes engulfment by its star”. Y se ha publicado en la revista académica Nature. (Fuente: NCYT de Amazings)



