Astronáutica
El día en que los astronautas se durmieron en el espacio sin querer
Una de las razones por las que se eligieron a pilotos de pruebas para los primeros lanzamientos tripulados fue la necesidad de disponer de personas capaces de afrontar situaciones extremas. Poco se conocía del espacio y menos aún sobre si un ser humano sería capaz psicológicamente de soportar la presión de la soledad en órbita. Pero en cuanto se lanzaron los primeros vuelos de prueba, con perros y chimpancés a bordo, pareció claro que no había para tanto. El principal problema, en realidad, procedería de la apretada agenda de trabajo de un viaje espacial. Siendo una oportunidad única, los astronautas sufrirían agotadoras jornadas de trabajo para aprovechar al máximo su viaje.
Como sus antecesores, los tripulantes de la nave Gemini-11, Charles Conrad y Richard Gordon, en septiembre de 1966, se enfrentaron a un plan de trabajo tremendamente sobrecargado. Realizaron experimentos, observaciones, mediciones fisológicas y un sinnúmero de operaciones cuidadosamente planificadas que les mantuvieron constantemente ocupados. La fatiga se acumuló rápidamente, y al final de los tres días previstos para la misión, ambos estaban tan cansados que acabaron protagonizando algo totalmente imprevisto.
Poco antes del regreso a casa, las tripulaciones llevaban a cabo diversas tareas finales para preparar en las mejores condiciones posibles el retorno a la atmósfera. Guardaban resultados y experimentos, efectuaban las últimas revisiones de los sistemas de la nave para asegurarse de que todo funcionaría según lo programado en los momentos cruciales de la reentrada, y maniobraban y orientaban el vehículo para que su motor actuara en la dirección adecuada. Pero antes de llevar a cabo estas últimas operaciones, la NASA encargó a Conrad y Gordon una tarea final: la agencia quería que los astronautas tiraran –literalmente– por la borda unas bolsas con la basura que habían acumulado durante el viaje. Eliminando esa masa inútil, aumentarían los márgenes de seguridad en el consumo de combustible para el retrofrenado, además de liberar espacio en el interior de la cabina.
![[Img #71207]](https://noticiasdelaciencia.com/upload/images/01_2024/3941_gemini_11_prime_crew_gordon_and_conrad.jpg)
Para llevar a cabo la operación, ambos hombres se pusieron los trajes espaciales y despresurizaron la astronave. A continuación, abrieron la escotilla y Gordon echó los paquetes hacia el exterior, usando para ello una fuerza incluso superior a la necesaria. A este le tendría que coger su compañero por una pierna ya que tanto él como otras cosas no sujetas en el interior del vehículo se vieron de pronto impulsados hacia fuera. Superado el sobresalto, y con la apabullante visión de la Tierra bajo ellos y del propio firmamento, el espectáculo era tan hermoso que Gordon decidió tomar algunas imágenes. Fue entonces cuando, en vez de cerrar inmediatamente la escotilla, decidieron esperar algunos minutos más. La oportunidad era única, y dado que no se despresuriza una nave todos los días, quisieron aguardar a sobrevolar la zona nocturna de su órbita, cuando podrían surgir nuevas oportunidades de obtener fotografías espectaculares.
El trayecto no debía durar mucho, menos de una hora, pero su agotamiento se puso ahora de manifiesto. Su cansancio era tanto que ambos astronautas se quedaron dormidos: Conrad dentro, y Gordon casi colgando del cable de seguridad, fuera de la escotilla. Por fortuna, recuperaron rápidamente la compostura y todo volvió a la normalidad. En días posteriores, su inesperada cabezadita sería calificada como la primera del mundo efectuada en el vacío del espacio.



