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Redacción
Jueves, 01 de Febrero de 2024
Astronáutica

Los problemas del astronauta con Hacienda

Considerados como héroes, los pioneros astronautas de la NASA pasaban por ser algunos de los más privilegiados empleados del Gobierno. Se ganaban bastante bien la vida, tenían a su disposición potentes deportivos, vivían en hermosas casas con sus familias... Todo ello, sin embargo, implicaba una máxima dedicación al programa de la NASA, y una enorme presión derivada de las urgencias de la llamada «carrera espacial», que ya había costado vidas humanas. Más allá de eso, intentaban mantener el estilo de vida estadounidense y alcanzar de la mejor manera posible las ambiciosas metas trazadas años antes. Buenas intenciones que no evitaron muchos divorcios, tanto entre los astronautas como entre los restantes trabajadores de la agencia, incapaces de conciliar su vida laboral con su vida familiar durante demasiados años.

 

Conscientes de esta realidad, cuando un astronauta viajaba al espacio prefería dejar todos sus asuntos muy bien resueltos en tierra. Por ejemplo, debían dejar su testamento listo, en caso de que un accidente les impidiera volver. Y no era la única cuestión que debía tenerse en cuenta. Una de ellas adoptó un curioso protagonismo durante la misión Apolo-13, iniciada en abril de 1970.

 

Tras un lanzamiento algo accidentado, el vuelo, después famoso por los dramáticos momentos que vivió debido a una explosión en su módulo de servicio que impidió el alunizaje, pareció entrar en una fase de cierta tranqulidad. Pero en plena trayectoria hacia la Luna, a uno de sus tripulantes, Jack Swigert, se le encendió una bombilla.

 

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El astronauta llamó al centro de control en Houston. Parecía preocupado. Como sustituto de última hora de Ken Mattingly, que fue dejado en tierra debido a un posible problema médico, Swigert tuvo que apresurarse a resolver todos sus asuntos en la Tierra antes de volar a la Luna. Y ahora, de pronto, recordaba que no había presentado el correspondiente e importante formulario de declaración de impuestos. Asustado y consciente de lo implacable que era el fisco estadounidense, el astronauta inquirió si podían decirle cómo obtener una prórroga.

 

A pesar de que lo decía completamente en serio, el personal de tierra no pudo dejar de reír a carcajadas ante la ocurrencia. Más tranquilos, alguien le contestó que no se preocupara. Los ciudadanos americanos fuera del país podían obtener una prórroga de dos meses sin ningún problema, y todo parecía indicar que Jack estaba muy «en el extranjero». Swigert, que sobrevivió con sus compañeros a la explosión de su módulo de servicio y consiguió regresar a la Tierra, pudo acabar resolviendo a tiempo sus problemas fiscales.

 

Curiosamente, la empresa Grumman, constructora del Módulo Lunar, envió a North American Rockwell, la creadora de la nave Apolo, una bonita factura por un importe de 400.000 dólares tras el retorno de los astronautas a la Tierra. La explosión que deshabilitó el módulo de servicio de la astronave Apolo obligó a los astronautas a abandonar sus intenciones de posarse sobre la Luna, y en su lugar, rodear a nuestro satélite y volver inmediatamente a nuestro planeta. Sin poder utilizar el módulo de servicio, el módulo lunar actuó no solo como bote salvavidas, sino también como una especie de «grúa», cuyo motor permitió llevar a cabo todas las maniobras necesarias y aportar soporte vital a los astronautas. La factura, que naturalmente fue una broma, pretendía cobrar a la Apolo el servicio de grúa para un trayecto de 482.800 km.

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