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Redacción
Miércoles, 07 de Febrero de 2024
Astronáutica

Tentempié en órbita

Las necesidades nutricionales de los astronautas americanos en los años 60 del pasado siglo estaban teóricamente bien cubiertas por los expertos en dietética contratados por la NASA. Sus ofertas, no obstante, eran poco atrayentes: comida deshidratada o, sobre todo, precocinada de una forma escasamente deliciosa. Los viajes eran cortos y las naves viajaban sin ningún tipo de elemento que pudiera calentar los alimentos o hacerlos más sabrosos.

 

Abundaban preparados en forma de pasta, presentados en tubos parecidos a los de los dentríficos, de modo que los astronautas solo tenía que abrirlos, apretar un poco y permitir que el contenido saliera. Pero debemos concender que ingerir así algo con aspecto de puré de guisantes era algo ciertamente poco apetitoso. Es cierto que los pilotos de las naves espaciales eran consultados sobre sus preferencias, antes del vuelo, pero la última palabra la tenían los nutrionistas, que debían garantizar que los astronautas recibieran las calorías, grasas, proteínas, vitaminas y minerales necesarios para mantener una buena salud mientras permanecían en el espacio, independientemente del sabor de los alimentos que tomaran. El formato de presentación era necesario para evitar problemas durante indeadas interacciones con los equipos del vehículo: el alimento en forma de pasta podía introducirse directamente en la boca del astronauta, a pesar de la ingravidez experimentada a bordo, mientras que una rebanada de pan, por ejemplo, siempre produciría un considerable número de restos flotantes que podrían acabar obturando ventiladores y otros mecanismos esenciales.

 

Los astronautas que viajaron en las misiones Mercury, conscientes de la importancia de sus viajes y su intrínseco carácter pionero, aceptaron a regañadientes los inconvenientes culinarios a los que tuvieron que enfrentarse. Pero esos mismos hombres aprendieron pronto lo que pasaba en el espacio y cómo se comportaban las cosas dentro de las cabinas de sus astronaves. Debido a ello, y con la llegada del programa Gemini, insistieron ante la NASA que sería una muy buena cosa ser menos estrictos en el tipo de alimentos que se embarcaran a bordo, ante el convencimiento de que no había para tanto.

 

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Por desgracia para ellos, la dirección siguió apostando por la seguridad y las máximas precauciones, de modo que denegaron la posibilidad de usar otro tipo de alimentos y prefirieron seguir con la política vigente respecto a ello.

 

Dicen que la veteranía es un grado, y eso debieron pensar Gus Grissom y John Young cuando se prepararon para su viaje espacial a bordo de la misión Gemini-3. Muy bien, si la NASA no quería satisfacerles en ese deseo, ellos mismos se encargarían de hacerlo, aunque fuera de forma anecdótica.

 

Por esta u otras razones, cuando Gus Grissom y John Young se embarcaron en su nave Gemini-3, lo hicieron junto a un acompañante inesperado y absolutamente secreto. Utilizando a su compañero Wally Schirra como cómplice, le pidieron que comprara un bocadillo de carne en conserva en el establecimiento «Wolfie’s» de Cocoa Beach, un lugar frecuentado a menudo por el grupo de astronautas del programa. Cumplido el encargo, Schirra se lo entregó a Young, el novato, en el momento menos pensado, y este último se encargó de introducirlo en la cápsula sin que el personal de apoyo se diera cuenta de ello.

 

Una vez en órbita, a la hora de comer, Grissom y él sacaron sus raciones oficiales, pero también el bocadillo, que Young entregó a Gus, quien lo mordió con el mayor placer. No lo devoró por completo, para evitar que demasidas migas flotaran en la atmósfera ingrávida; era innecesario tentar a la suerte, solo querían que ese pequeño gesto de rebeldía demostrara que otros menús eran posibles en el espacio. Su misión, que duró apenas 5 horas, concluyó finalmente, y la pareja de viajeros del espacio, divertida, no trató de ocultar demasiado lo que habían hecho.

 

El «incidente», sin embargo, llegó finalmente a la prensa, y de los periódicos al Congreso, donde algunos legisladores se mostraron bastante contrariados. ¿Cómo era posible que los astronautas se hubieran atrevido a saltarse las normas y, básicamente, hubieran realizado contrabando en la nueva frontera? Grissom y Young recibieron la esperada reprimenda, y en lo sucesivo la NASA redoblaría los controles sobre lo que los astronautas podían o no llevar consigo al espacio. Aunque no siempre lo lograron…

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